T. La Gracia: ¿Acojo la gracia como el don de la reconciliación?

Miramos la realidad

“Pero él me dijo: ‘Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza’. Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo”[1].

Quien se propone construir o conformar una familia, no le bastará el esfuerzo humano. Necesita la gracia, porque las familias santas se hacen de esposos e hijos santos. Por eso si nos proponemos alcanzar la santidad como meta de nuestra vida cristiana, para ser verdaderamente felices, debemos recordar dos cosas muy importantes. La primera es que la santidad solamente la podemos alcanzar con la gracia con la que el Señor Jesús nos bendice abundantemente y la segunda es que estamos invitados a cooperar desde nuestra libertad con esta gracia para que dé fruto en nuestras vidas.

Así, quien aspira a la santidad convencido de que, aunque difícil, es posible, se apresta a poner su máximo empeño para responder a tal llamado. El matrimonio es un camino de santidad concreto, en donde estamos especialmente invitados a cooperar libremente con la gracia recibida en el sacramento.

 

¿¿Están dispuestos a cooperar con la gracia para alcanzar la santidad?

Iluminamos al mundo con la fe

1. La Gracia

“Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada”[2].

El Señor Jesús es la fuente de una fuerza sobrenatural que nos sostiene, fortalece, nutre, vivifica, y nos transforma interiormente —siempre contando con nuestra libre e indispensable cooperación— en el camino de la vida cristiana. Esta fuerza del Señor Jesús, que es transmitida a nosotros por su Espíritu, la llamamos gracia.

Por la gracia “participamos en la vida de Dios”[3], y somos santificados por el don del Espíritu Santo. Así pues, decimos que la gracia es el don gratuito que Dios nos hace de su vida y que nos lleva a obrar rectamente según su Plan.

Debemos enfatizar algunos elementos de esta afirmación:

En primer lugar, decimos que es un don gratuito, lo que implica que es  Dios quien en su Hijo Jesucristo y a través del Espíritu Santo sale al encuentro de nuestra realidad personal y nos concede la ayuda sobrenatural para llegar a la meta: la santidad. Es Dios quien nos busca: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y el Conmigo”[4]. Es Él quien nos concede su propia vida, “porque Él nos amó primero”[5].

Un segundo elemento es que la gracia nos lleva a actuar según el Plan de Dios. Recorrer el camino hacia la santidad sin la gracia es imposible, pero aunque la iniciativa siempre es de Dios, es necesaria nuestra libre cooperación; de lo contrario nuestra libertad se vería rebajada. Dios no nos obliga a ser santos, puesto que su amor le lleva a respetar nuestra libertad, pero sí nos concede todos los medios para alcanzar la santidad, para responder a su amoroso Plan y así vivir de acuerdo a lo que anhelamos en lo más profundo de nuestro corazón.

“La gracia es el auxilio que Dios nos da para responder a nuestra vocación de llegar a ser sus hijos adoptivos. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria”[6].

2. Los Sacramentos

Para nutrirnos de su gracia en el proceso de conversión y maduración continua al que estamos llamados a recorrer, el Señor Jesús instituyó los sacramentos y los confió a su Iglesia; por medio de ellos nos da su gracia y nos alimenta en cada etapa de nuestra vida. Gracias a ellos, participamos en su muerte y resurrección, y somos invitados a morir con Él, para poder resucitar con Él. Es decir, morir a todo que nos aleje de Dios, para poder vivir la vida eterna.

Los sacramentos son signos sensibles y eficaces mediante los cuales Dios nos transmite su Gracia. Son siete:

• Los tres primeros son los llamados Sacramentos de Iniciación Cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía

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• Otros dos son los llamados Sacramentos de Curación: Reconciliación y Unción de los enfermos

reconciliacion

• Los dos restantes son llamados Sacramentos de la Misión: Orden Sacerdotal y Matrimonio.

3.7 Sacramento-matrimonio

La gracia que recibimos en los sacramentos acompaña y fortalece nuestras vidas.

En este conjunto, la Eucaristía ocupa un lugar único, y “todos los sacramentos están ordenados a éste como a su fin” [7].

Comunión

Los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida divina. Los ritos visibles bajo los cuales los sacramentos son celebrados significan y realizan las gracias propias de cada sacramento. Dan fruto en quienes los reciben con las disposiciones requeridas[8].

Los sacramentos son signos sensibles, pues, todos se valen de una “materia”, podemos percibirlos mediante los sentidos.

Los sacramentos son eficaces porque en ellos actúa Cristo mismo y nos transmiten eficazmente la gracia de Dios, es decir, aquello que dicen que hacen, realmente lo hacen. Son necesarios para nuestra reconciliación.

Un sacramento se compone de materia y forma junto al ministro que lo realiza con la intención de hacer lo que hace la Iglesia:

• La materia es la realidad o acción sensible, como el agua natural en el bautismo.

• La forma son las palabras que al hacerlo se pronuncian.

• El ministro es la persona que hace o administra el sacramento.

Materia de los Sacramentos
Bautismo: Agua bendita.
Confirmación: Launción con el crisma en la frente.
Eucaristía: Pan ácimo de trigo, y el vino puro de uva.
Reconciliación: Dolor de corazón, los pecados dichos al confesor de manera sincera e
íntegra y el cumplimiento de la penitencia.
Matrimonio: Es el Sí en cuanto donación total al otro.
Unción de los Enfermos: Aceite consagrado por el Obispo o por el sacerdote en caso de necesidad.
Orden Sacerdotal: Imposición de las manos por parte del Obispo.

La gracia se distribuye de manera privilegiada por los sacramentos. “Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios; pero, en cuanto signos, también tienen un fin pedagógico. No sólo suponen la fe, sino que, a la vez, la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y de cosas; por esto se llaman sacramentos de la ‘fe’. Confieren ciertamente la gracia, pero también su celebración prepara perfectamente a los fieles para recibir fructuosamente la misma gracia, rendir el culto a Dios y practicar la caridad. Por consiguiente, es de suma importancia que los fieles comprendan fácilmente los signos sacramentales y reciban con la mayor frecuencia posible aquellos sacramentos que han sido instituidos para alimentar la vida cristiana”[9].

El Vaticano

¿Dónde encuentro los sacramentos? En la Iglesia Católica

Cristo dejó a sus discípulos el poder de celebrar los sacramentos que fueron instituidos por El mismo, y ha sido la Iglesia, aquella a quien Él delegó la función de preservar su Palabra, la que ha ido reconociéndolos poco a poco y precisando su dispensación. Asimismo, los sacramentos son dispensados por la Iglesia y para la Iglesia. Existen por la Iglesia puesto que ella es el misterio de la acción del Señor, y existen para ella misma puesto que manifiestan y comunican a los hombres el misterio de Dios[10]. Los sacramentos obran ex opere operato, es decir, que no deben su eficacia a la santidad o virtud de la persona que los da o recibe, sino que es por virtud de Cristo mismo que actúa. Debido a esto, ningún rito sacramental puede ser cambiado, modificado o manipulado a voluntad del ministro que lo celebra o de la comunidad que lo recibe, puesto que afecta de manera directa la validez del sacramento.

3. El Sacramento del Bautismo[11]

Nos dice el Señor Jesús: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado”[12].

Nos dice el Señor Jesús: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado”[12].

El Bautismo es el “primer” sacramento que recibimos, es la puerta que nos permite recibir los demás y nos hace renacer como hijos de Dios. Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el Espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos”[13].

Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razón del carácter del rito central mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en griego) significa “sumergir”, “introducir dentro del agua”; la “inmersión” en el agua simboliza el acto de sepultar al bautizado en la muerte de Cristo, de donde sale por la resurrección con Él como “nueva criatura”[14].

Gracias a este sacramento:

• Se borra y perdona el pecado original y todos los pecados en el caso de ser una persona mayor

• Somos incorporados a Cristo, pues, nos hace miembros de su Cuerpo y partícipes de su misión.

• Somos «una nueva creatura», hijos adoptivos de Dios -«partícipes de la naturaleza divina»-.

• Nos hace miembros de Cristo; coherederos con Él, del Reino; y templos del Espíritu Santo.

En resumen, el Bautismo nos introduce en la Iglesia, en donde somos reconciliados con Dios, y en donde recibimos sus promesas, y formamos su pueblo que peregrina en la tierra hacia su Reino. En el Bautismo, pasamos de la muerte del pecado, a la vida de la gracia. Por último, el bautizado es hecho un miembro de la Iglesia que debe tener una actitud activa para obrar su salvación.

Por esto, los padres bautizados son los primeros llamados a procurar el bautismo de cada hijo. Es una manera también de cooperar con el don de la fe recibido y una forma concreta de hacer crecer a la Iglesia. Junto con los padrinos, son los primeros responsables de que la gracia recibida por el bautizado dé frutos.

La familia católica, como iglesia doméstica, es la primera escuela de fe, de vida y de oración para los niños, por lo que hay que tomar conciencia de esta realidad y asumir la responsabilidad de estar llamada a ser esa referencia cristiana de cómo asumir el camino de santidad.

Miremos que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica:

“Desde que el bautismo de los niños vino a ser la forma habitual de celebración de este sacramento, ésta se ha convertido en un acto único que integra de manera muy abreviada las etapas previas a la iniciación cristiana. Por su naturaleza misma, el Bautismo de niños exige un catecumenado postbautismal. No se trata solo de la necesidad de una instrucción posterior al Bautismo, sino del desarrollo necesario de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona. Es el momento propio de la catequesis” .[15]
“Puesto que nacen con una naturaleza humana caída y manchada por el pecado original, los niños necesitan también el nuevo nacimiento en el Bautismo para ser librados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios[16] , a la que todos los hombres están llamados. La pura gratuidad de la gracia de la salvación se manifiesta particularmente en el bautismo de niños. Por tanto, la Iglesia y los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios si no le administraran el Bautismo poco después de su nacimiento” .[17]
“Los padres cristianos deben reconocer que esta práctica corresponde también a su misión de alimentar la vida que Dios les ha confiado” .[18]
“Para que la gracia bautismal pueda desarrollarse es importante la ayuda de los padres. Ese es también el papel del padrino o de la madrina, que deben ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida cristiana. Su tarea es una verdadera función eclesial .[19] Toda la comunidad eclesial participa de la responsabilidad de desarrollar y guardar la gracia recibida en el Bautismo” .[20]

a. El Sacramento del Bautismo imprime carácter

Dios Amor, en el Bautismo imprime en nosotros un sello espiritual indeleble, el cual nos marca como hijos suyos. Este sello recibe el nombre de carácter. Nos dice el Catecismo: “Incorporado a Cristo por el Bautismo, el bautizado es configurado con Cristo[21]. El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación. Dado una vez por todas, el Bautismo no puede ser reiterado”[22].

b. Consecuencias del Bautismo

b1. Llamado a la santidad

“La vocación a la santidad hunde sus raíces en el bautismo”[24].

Luigi y María Corsini Beltrame Quattrocchi[23]

Luigi y María Corsini Beltrame Quattrocchi[23]

El don del bautismo es como una semilla llamada a crecer, exigiendo por lo tanto nuestra cooperación con esta gracia. “Esto implica asumir en la propia vida un doble dinamismo por el cual nos vamos asemejando cada vez más al Señor Jesús: despojarse del hombre viejo y revestirse del nuevo. Ambos procesos son simultáneos y complementarios”[25].

Louis Martin y Zélie Guérin[27]

Louis Martin y Zélie Guérin[26]

Gianna Beretta [20]

Gianna Beretta [27]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

b2. Llamado al apostolado, participando activamente en la misión evangelizadora de la Iglesia

“Los bautizados ‘renacidos (por el bautismo) como hijos de Dios están obligados a confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio de la Iglesia’[28] y de participar en la actividad apostólica y misionera del Pueblo de Dios”[29].

Al haber sido incorporados a la Iglesia, vivimos y participamos de la comunión de todos sus miembros, tanto con los que todavía peregrinamos, como con los que ya gozan de la presencia de Dios Trinidad de Amor.

Todo bautizado está llamado a ser fiel al Señor, a preocuparse por hacer crecer y madurar su fe, a cooperar y comprometerse con la Iglesia en la misión que el Señor le encomendó, a ser sal y levadura en medio del mundo, a morir a todo lo que nos aleja del Amor para poder vivir en y con el Amor. Es decir, por el bautismo, estamos llamados a ser sus discípulos y a que vivamos una vida plena, llena de amor, servicio, entrega y generosa donación.

Por el bautismo estamos llamados a dar y ser testimonio, con nuestras palabras y acciones; a ser evangelizadores permanentemente evangelizados; y a ser artífices de la reconciliación

 Nos dice San Juan Pablo II, en la FamiliarisConsortio:

“La universalidad sin fronteras es el horizonte propio de la evangelización, ya que es de hecho la respuesta de la invitación del Señor Jesús: ‘Id por el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura’ .[30]
También la fe y la misión evangelizadora de la familia cristiana poseen esta dimensión apostólica. El sacramento del matrimonio que plantea con nueva fuerza el deber arraigado en el bautismo y en la confirmación de defender y difundir la fe[31] , constituye a los cónyuges y padres cristianos en testigos de Cristo ‘hasta los últimos confines de la tierra’ [32], como verdaderos y propios misioneros del amor y de la vida.
Esta misión apostólica es desplegada ya en el interior de la familia. Esto sucede cuando alguno de los componentes de la misma no tiene fe o no la practica con coherencia. En este caso, se les debe ofrecer tal testimonio de vida que los estimule y sostenga en el camino hacia la plena adhesión a Cristo Salvador [33].
Animada por el espíritu apostólico en su propio interior, la Iglesia doméstica está llamada a ser un signo luminoso de la presencia de Cristo y de su amor incluso para los ‘alejados’, para las familias que no creen todavía y para las familias cristianas que no viven coherentemente la fe recibida. Está llamada ‘con su ejemplo y testimonio’ a iluminar ‘a los que buscan la verdad’ .[34]
Así como ya al principio del cristianismo Aquila y Priscila se presentaban como una pareja misionera[35] , así también la Iglesia testimonia hoy su incesante novedad y vigor con la presencia de cónyuges y familias cristianas que, al menos durante un cierto período de tiempo, van a tierras de misión a anunciar el Evangelio, sirviendo al hombre por amor de Jesucristo.
Las familias cristianas dan una contribución particular a la misión apostólica de la Iglesia, cultivando la vocación apostólica en sus propios hijos e hijas[36] y, de manera más general, con una obra educadora que prepare a sus hijos, desde la juventud ‘para conocer el amor de Dios hacia todos los hombres’[37][38] .
“En la medida en que la familia cristiana acoge el Evangelio y madura en la fe, se hace comunidad evangelizadora. Escuchemos de nuevo a Pablo VI: “La familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia.
Dentro de una familia consciente de esta misión, todos los miembros de la misma evangelizan y son evangelizados. Los padres no sólo comunican a los hijos el Evangelio, sino que pueden a su vez recibir de ellos este mismo Evangelio profundamente vivido… Una familia así se hace evangelizadora de otras muchas familias y del ambiente en que ella vive” .[39]
Como ha repetido el Sínodo, recogiendo mi llamada lanzada en Puebla, la futura evangelización depende en gran parte de la Iglesia doméstica[40]. Esta misión apostólica de la familia está enraizada en el Bautismo y recibe con la gracia sacramental del matrimonio una nueva fuerza para transmitir la fe, para santificar y transformar la sociedad actual según el plan de Dios.
La familia cristiana, hoy sobre todo, tiene una especial vocación a ser testigo de la alianza pascual de Cristo, mediante la constante irradiación de la alegría del amor y de la certeza de la esperanza, de la que debe dar razón: “La familia cristiana proclama en voz alta tanto las presentes virtudes del reino de Dios como la esperanza de la vida bienaventurada” .[41]
La absoluta necesidad de la catequesis familiar surge con singular fuerza en determinadas situaciones, que la Iglesia constata por desgracia en diversos lugares: ‘En los lugares donde una legislación antirreligiosa pretende incluso impedir la educación en la fe, o donde ha cundido la incredulidad o ha penetrado el secularismo hasta el punto de resultar prácticamente imposible una verdadera creencia religiosa, la Iglesia doméstica es el único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una auténtica catequesis’ [42][43].

Interiorizamos

“La fe es creer en el Señor Jesús y seguirlo”.

“…y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi”.
Gál 2,20.

¿Cómo vivo esto?

“‘La puerta de la fe’, que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo, con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él”[44].

Preguntas para el diálogo

• ¿Son conscientes de que pueden alcanzar la santidad cooperando con la gracia que reciben a través de los sacramentos?
• ¿Qué importancia le dan a los sacramentos en sus vidas?¿Recurren a ellos con frecuencia?
• ¿Reconocen que al ser bautizados están unidos a la vida de la Iglesia y llamados a cooperar con su misión apostólica? ¿Qué acción apostólica realizan en su familia, con sus amigos y/o en obras apostólicas del MVC?
• ¿Han puesto todos los medios para que sus hijos bautizados crezcan en la fe?
• ¿Eres padrino, (madrina), de bautizo? ¿Has puesto todos los medios para que tus ahijados crezcan en la fe?

Vivamos nuestra fe

¿Qué haré para cooperar con la gracia?

Acciones personales

• Reflexiona en las siguientes preguntas:
– ¿Recuerdas el día de tu bautismo? ¿Le das importancia a este día tan especial en tu vida?
– ¿Quieres de todo corazón ser santo? ¿Qué medios concretos vas a poner para hacer fructificar la gracia de Dios en tu vida?
• Reza la siguiente oración:
“A través de tí, Santa María, que te prodigas en cuidados maternales quiero manifestar mi acción de gracias a Dios Comunión de Amor, por haberme llamado a la vida, y por haber permitido que reciba el Sacramento del Bautismo, obteniéndome nacer en Cristo Jesús. Amén”.
• Piensa en medios concretos para vivir la santidad con tu familia durante esta semana

Acciones Comunitarias

• Lean diferentes historias de santos y luego coméntenlas.
• Comenta con tu cónyuge la homilía del Papa San Juan Pablo II para la beatificación de los esposos Luis Beltrame Quattrocchi y María Corsini que está en el Anexo. ¿Qué reflexiones les suscita?
• Vean con el grupo alguna de las siguientes películas y reflexionen sobre la invitación que tenemos a la santidad. Les sugerimos:
– Santa Rita de Casia(Rita da Cascia)
– San Agustín (Sant’Agostino)
– San Pío de Pietrelcina (Padre Pío)
– San Juan Pablo II (Karol, el hombre que llegó a ser Papa, Karol, El Papa,el hombre).

Celebramos nuestra fe

Recemos en Comunidad

vela1Todos:

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Monitor:

Señor Jesús te damos gracias por todo el Amor que nos tienes, por habernos regalado el don de nuestro bautismo. Te pedimos que nos ayudes a morir cada día a nuestro hombre viejo para así renacer a una vida nueva y santa en Ti.

Cantamos: Nueva Vida.

Todos:

UNA NUEVA VIDA, TU MISMA VIDA;
UNA NUEVA FAMILIA, TU MISMA FAMILIA;
HIJOS TUYOS PARA SIEMPRE.

1. Por medio del Bautismo renacemos,
en agua que nos salva nos bañamos,
pasamos de la carne y de lo humano
al mundo de la gracia y de lo eterno.

2. Surgimos del sepulcro que es el agua,
teñidos en tu Sangre redentora.
Contigo incorporados a la Pascua,
vivimos en cristiano hora a hora.

3. Guiados por la luz que recibimos,
ungidos como reyes en la frente,
tu marca salvadora en nuestras vidas
grabada en nuestra entraña para siempre.

Monitor:

Madre buena, te damos gracias por tu presencia maternal en medio de nosotros. Te pedimos que sigas intercediendo por cada una de nuestras necesidades para que como esposos y padres podamos vivir las consecuencias de nuestro bautismo y lleguemos a ser santos como tu Hijo, el Señor Jesús.

Todos:

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

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ANEXOS

1. Misa de Beatificación – Matrimonio Luis y María Beltrame Quattrocchi – Descarga aquí

 

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NOTAS

1. 2Cor 12,19.

2. Jn15, 5.

3. Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1997.

4. Ap3, 20.

5. Ver 1Jn 4, 19.

6. Catecismo de la Iglesia Católica, 2021.

7. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, 3, 65, 3.

8. Ver Catecismo de la Iglesia Católica,1131.

9. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosantum Concilium, 19.

10. Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1118.

11. Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1213–1284.

12. Mt 28, 19-20.

13. Ver Catecismo de la Iglesia Católica,1213.

14. Ver Catecismo de la Iglesia Católica,1214.

15. Catecismo de la Iglesia Católica,1231.

16. Ver Col 1,12-14.

17. Catecismo de la Iglesia Católica, 1250.

18. Catecismo de la Iglesia Católica, 1251.

19. Sacrosanctum Concilium,67.

20. Catecismo de la Iglesia Católica, 1255.

21. ver Rom 8, 29.

22. Catecismo de la Iglesia Católica, 1272.

23. Luigi y María CorsiniBeltrameQuattrocchi, Beatificados el 21 de octubre de 2001 por el Papa San Juan Pablo II.

24. San Juan Pablo II,Exhortación Apostólica, ChristifidelesLaici, 16.

25. Miguel Salazar, El bautismo, fuente de la vocación y misión del cristiano, Vida y Espiritualidad, Lima 1998, p. 15.

26. Louis Martin Y ZélieGuérin, padres de Santa Teresa de Lisieux, Beatificados el 19 de octubre de 2008 por el Papa Benedicto XVI.

27. GianaBeretta Molla, (1922-1969), fue una madre de familia y médico, canonizada el 16 de Mayo de 2004 por el Papa San Juan Pablo II.

28. Concilio Vaticano II,ConstituciónLumen Gentium, 11.

29. Catecismo de la Iglesia Católica,1270.

30. Mc 16, 15.

31. Ver Concilio Vaticano II,ConstituciónLumen gentium, 11.

32. Hch1, 8.

33. Ver 1Pe 3, 1.

34. Ver Concilio Vaticano II,ConstituciónLumen gentium, 35.

35. Ver Rom 16, 3.

36. Ver Concilio Vaticano II,DecretoAd gentes, 39.

37. Concilio Vaticano II,DecretoApostolicamactuositatem, 30.

38. San Juan Pablo II, Exhortación apostólicaFamiliarisConsortio, 54.

39. Pablo VI, Exhortación ApostólicaEvangeliinuntiandi, 71.

40. Ver Discurso a la III Asamblea General de los Obispos de América Latina, IV.

41. Concilio Vaticano II,ConstituciónLumen gentium, 35.

42. San Juan Pablo II, Exhortación apostólicaCatechesitradendae, 68.

43. San Juan Pablo II, Exhortación apostólicaFamiliarisConsortio, 52.

44. Benedicto XVI, Carta Apostólica Porta Fidei, 1.

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