T. La Gracia: ¿Acojo la gracia como el don de la reconciliación?

Miramos la realidad

“Pero él me dijo: ‘Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza’. Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo"

“Pero él me dijo: ‘Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza’. Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo»[1].

Quien se propone participar en una competencia deportiva o alcanzar las altas cimas de una montaña, tiene que poner los medios adecuados para lograrlo. Por eso si nos proponemos alcanzar la santidad como meta de nuestra vida cristiana, para ser verdaderamente felices, debemos recordar dos cosas muy importantes. La primera es que la santidad solamente la podemos alcanzar con la gracia con la que el Señor Jesús nos bendice abundantemente y la segunda es que estamos invitadas a cooperar desde nuestra libertad con esta gracia para que dé fruto en nuestras vidas.

Así, quien aspira a la santidad convencido de que, aunque difícil, es posible, se apresta a poner su máximo empeño para responder a tal llamado.

 

¿Estás dispuesta a cooperar con la gracia para alcanzar la santidad?

Iluminamos al mundo con la fe

1. La Gracia

“Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada”[2].

“Yo soy la vid, vosotros los
sarmientos.
El que permanece en mí y yo
en él, ése da mucho fruto,
porque sin mí no podéis hacer
nada”[2].

El Señor Jesús es la fuente de una fuerza sobrenatural que nos sostiene, fortalece, nutre, vivifica, y nos transforma interiormente en el camino de la vida cristiana, contando siempre con nuestra libre e indispensable cooperación. A esta fuerza del Señor Jesús, que es transmitida a nosotras por su Espíritu, la llamamos gracia.

Por la gracia “participamos en la vida de Dios”[3], y somos santificados por el don del Espíritu Santo. Así pues, decimos que la gracia es el don que Dios nos hace de su vida y que nos lleva a obrar rectamente según su Plan.

Debemos enfatizar algunos elementos de esta afirmación: 

En primer lugar, decimos que es un don, lo que implica que es Dios quien en su Hijo Jesucristo y a través del Espíritu Santo sale al encuentro de nuestra realidad personal y nos concede la ayuda sobrenatural para llegar a la meta: la santidad. Es Dios quien nos busca: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y el Conmigo”[4]. Es Él quien nos concede su propia vida, “porque Él nos amó primero”[5].

Un segundo elemento es que la gracia nos lleva a actuar según el Plan de Dios. Recorrer el camino hacia la santidad sin la gracia es imposible, pero aunque la iniciativa siempre es de Dios, es necesaria nuestra libre cooperación; de lo contrario nuestra libertad se vería rebajada. Dios no nos obliga a ser santos, puesto que su amor le lleva a respetar nuestra libertad, pero sí nos concede todos los medios para alcanzar la santidad, para responder a su amoroso Plan y así vivir de acuerdo a lo que anhelamos en lo más profundo de nuestro corazón.

“La gracia es el auxilio que Dios nos da para responder a nuestra vocación de llegar a ser sus hijos adoptivos. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria”[6].
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Si no colaboramos siguiendo las indicaciones de una receta y teniendo todos los ingredientes, no obtendremos buenos resultados. Así nosotras tenemos que colaborar con la gracia para alcanzar nuestra propia santidad.

2. Los Sacramentos

Para nutrirnos de su gracia en el proceso de conversión y maduración continua al que estamos llamadas, el Señor Jesús instituyó los sacramentos y los confió a su Iglesia; por medio de ellos nos da su gracia y nos alimenta en cada etapa de nuestra vida; participamos en su muerte y resurrección, y somos invitadas a morir con Él, para poder resucitar con Él. Es decir, morir a todo lo que nos aleje de Dios, para poder vivir la vida eterna.

Los sacramentos son signos sensibles y eficaces mediante los cuales Dios nos transmite su Gracia. Son siete:

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• Los tres primeros son los llamados Sacramentos de Iniciación Cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía;

• Otros dos son los llamados Sacramentos de la Curación: Reconciliación y Unción de los enfermos.

• Los dos restantes son llamados Sacramentos de la Misión: Orden Sacerdotal y Matrimonio.

En este conjunto, la Eucaristía ocupa un lugar único, y “todos los sacramentos están ordenados a éste como a su fin”[7].

Los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida divina. Los ritos visibles bajo los cuales los sacramentos son celebrados significan y realizan las gracias propias de cada sacramento. Dan fruto en quienes los reciben con las disposiciones requeridas[8].

Los sacramentos son signos sensibles, pues, todos se valen de una “materia”, por la que podemos percibirlos mediante los sentidos.

Los sacramentos son eficaces porque en ellos actúa Cristo mismo y nos transmiten eficazmente la gracia de Dios, es decir, aquello que dicen que hacen, realmente lo hacen. Son necesarios para nuestra reconciliación.

Un sacramento se compone de materia y forma junto al ministro que lo realiza con la intención de hacer lo que hace la Iglesia:

• La materia es la realidad o acción sensible, como el agua natural en el bautismo.

• La forma son las palabras que al hacerlo se pronuncian.

• El ministro es la persona que hace o administra el sacramento.

Materia de los Sacramentos
 Bautismo: Agua bendita.
 Confirmación: La unción con el crisma en la frente
 Eucaristía: Pan ácimo de trigo y el vino puro de uva
 Reconciliación: Dolor de corazón, los pecados dichos al confesor de manera sincera e íntegra y el cumplimiento de la penitencia
 Matrimonio: El Sí en cuanto donación total al otro: consentimiento
 Unción de los Enfermos: Aceite consagrado por el Obispo o por el sacerdote en caso de necesidad
 Orden Sacerdotal: Imposición de las manos por parte del Obispo

La gracia se distribuye de manera privilegiada por los sacramentos. “Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios; pero, en cuanto signos, también tienen un fin pedagógico. No sólo suponen la fe, sino que a la vez, la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y de cosas; por esto se llaman sacramentos de la ‘fe’. Confieren ciertamente la gracia, pero también su celebración prepara perfectamente a los fieles para recibir fructuosamente la misma gracia, rendir culto a Dios y practicar la caridad. Por consiguiente, es de suma importancia que los fieles comprendan fácilmente los signos sacramentales y reciban con la mayor frecuencia posible aquellos sacramentos que han sido instituidos para alimentar la vida cristiana”[9].

¿Dónde encuentro los sacramentos? Cristo los dejó en la Iglesia Católica

Cristo dejó a sus discípulos el poder de celebrar los sacramentos que fueron instituidos por Él mismo, y ha sido la Iglesia, aquella a quien Él delegó la función de preservar su Palabra, la que ha ido reconociéndolos poco a poco y precisando su dispensación. Asimismo, los sacramentos son dispensados por la Iglesia y para la Iglesia. Existen por la Iglesia puesto que ella es el misterio de la acción del Señor, y existen para ella misma puesto que manifiestan y comunican a los hombres el misterio de Dios[10]. Los sacramentos obran ex opere operato, es decir, que no deben su eficacia a la santidad o virtud de la persona que los da o recibe, sino que es por virtud de Cristo mismo que actúa. Debido a esto, ningún rito sacramental puede ser cambiado, modificado o manipulado a voluntad del ministro que lo celebra o de la comunidad que lo recibe, puesto que afecta de manera directa la validez del sacramento.

3. El Sacramento del Bautismo[11]

Nos dice el Señor Jesús: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado”[12].

Crucificado (Camacho)

El Bautismo es el “primer” sacramento que recibimos, es la puerta que nos permite recibir los demás y nos hace renacer como hijos de Dios. Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el Espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos”[13].

Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razón del carácter del rito central mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en griego) significa “sumergir”, “introducir dentro del agua”; la “inmersión” en el agua simboliza el acto de sepultar al bautizado en la muerte de Cristo, de donde sale por la resurrección con Él como “nueva criatura”[14].

Gracias a este sacramento:

• Se borra y perdona el pecado original y todos los pecados en el caso de ser una persona mayor.

• Somos incorporadas a Cristo, pues, nos hace miembros de su Cuerpo -que es la Iglesia- y partícipes de su misión.

• Somos “una nueva criatura”, hijas adoptivas de Dios —”partícipes de la naturaleza divina”—.

• Ingresamos a formar parte de la Iglesia, que es el Pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo, y la comunidad en que obra visiblemente y espiritualmente nuestra salvación.

• Nos hace miembros de Cristo; coherederas con Él, del Reino; y templos del Espíritu Santo.

En resumen, el Bautismo nos introduce en la Iglesia, en donde somos reconciliadas con Dios, y en donde recibimos sus promesas, y formamos su pueblo que peregrina en la tierra hacia su Reino. En el Bautismo, pasamos de la muerte del pecado, a la vida de la gracia. Por último, el bautizado es hecho un miembro de la Iglesia que debe tener una actitud activa para obrar su salvación.

Por esto, los padres bautizados son los primeros llamados a procurar el bautismo de cada hijo. Es una manera también de cooperar con el don de la fe recibido y una forma concreta de hacer crecer a la Iglesia. Junto con los padrinos, son los primeros responsables de que la gracia recibida por el bautizado dé frutos.

La familia católica, como iglesia doméstica, es la primera escuela de fe, de vida y de oración para los niños, por lo que hay que tomar conciencia de esta realidad y asumir la responsabilidad de estar llamadas a ser esa referencia cristiana de cómo asumir el camino de santidad.

 Miremos que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica:

“Desde que el bautismo de los niños vino a ser la forma habitual de celebración de este sacramento, ésta se ha convertido en un acto único que integra de manera muy abreviada las etapas previas a la iniciación cristiana. Por su naturaleza misma, el Bautismo de niños exige un catecumenado postbautismal. No se trata solo de la necesidad de una instrucción posterior al Bautismo, sino del desarrollo necesario de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona. Es el momento propio de la catequesis”[15].
“Puesto que nacen con una naturaleza humana caída y manchada por el pecado original, los niños necesitan también el nuevo nacimiento en el Bautismo para ser librados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios[16], a la que todos los hombres están llamados. La pura gratuidad de la gracia de la salvación se manifiesta particularmente en el bautismo de niños. Por tanto, la Iglesia y los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios si no le administraran el Bautismo poco después de su nacimiento”[17]
“Los padres cristianos deben reconocer que esta práctica corresponde también a su misión de alimentar la vida que Dios les ha confiado”[18]
“Para que la gracia bautismal pueda desarrollarse es importante la ayuda de los padres. Ese es también el papel del padrino o de la madrina, que deben ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida cristiana. Su tarea es una verdadera función eclesial[19]. Toda la comunidad eclesial participa de la responsabilidad de desarrollar y guardar la gracia recibida en el Bautismo”[20].

a. El Sacramento del Bautismo imprime carácter

Dios Amor, en el Bautismo imprime en nosotros un sello espiritual indeleble, el cual nos marca como hijos suyos. Este sello recibe el nombre de carácter. Nos dice el Catecismo: “Incorporado a Cristo por el Bautismo, el bautizado es configurado con Cristo[21]. El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación. Dado una vez por todas, el Bautismo no puede ser reiterado”[22].

b. Consecuencias del Bautismo

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Santa Rita de Casia [23]

b1. Llamado a la santidad

“La vocación a la santidad hunde sus raíces en el bautismo”[24].

La primera tarea de todo hijo de la Iglesia es la santidad. A eso nos invita el Bautismo.

Chiara Badano [26]

Chiara Badano [25]

Scaneado por JRFonseca

Giana Beretta[26]

El don del bautismo es como una semilla llamada a crecer, exigiendo por lo tanto nuestra cooperación con esta gracia. “Esto implica asumir en la propia vida un doble dinamismo por el cual nos vamos asemejando cada vez más al Señor Jesús: despojarse del hombre viejo y revestirse del nuevo. Ambos procesos son simultáneos y complementarios”[27].

b2. Llamado al apostolado, participando activamente en la misión evangelizadora de la Iglesia

“Los bautizados ‘renacidos (por el bautismo) como hijos de Dios están obligados a confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio de la Iglesia’[28] y de participar en la actividad apostólica y misionera del Pueblo de Dios”[29].

Al haber sido incorporadas a la Iglesia, vivimos y participamos de la comunión de todos sus miembros, tanto con los que todavía peregrinamos, como con los que ya gozan de la presencia de Dios Trinidad de Amor.

Todo bautizado está llamado a ser fiel al Señor, a preocuparse por hacer crecer y madurar su fe, a cooperar y comprometerse con la Iglesia en la misión que el Señor le encomendó, a ser sal y levadura en medio del mundo, a morir a todo lo que nos aleja del Amor para poder vivir en y con el Amor. Es decir, por el bautismo, estamos llamadas a ser sus discípulas y a que vivamos una vida plena, llena de amor, servicio, entrega y generosa donación.

Por el bautismo estamos llamadas a dar y ser testimonio, con nuestras palabras y acciones; a ser evangelizadoras permanentemente evangelizadas; y a ser artífices de la reconciliación.

¡Todas las betanias estamos llamadas a ser santas!

Interiorizamos

“…y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi”. Gal 2,20.

“…y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi”.
Gal 2,20.

¿Cómo vivo esto?

“‘La puerta de la fe’, que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo, con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él”[30].

Preguntas para el diálogo

• ¿Eres consciente de que puedes alcanzar la santidad cooperando con la gracia?

• ¿Qué importancia le das a los sacramentos en tu vida?¿Recurres a ellos con frecuencia?

• ¿Recuerdas el día de tu bautismo? ¿Le das importancia a este día tan especial en tu vida?

• ¿Reconoces que al ser bautizada estás unida a la vida de la Iglesia y llamada a cooperar con su misión apostólica? ¿Qué acción apostólica realizas con los miembros de tu familia, con tus amigos y/o en obras apostólicas del MVC?

 

Vivamos nuestra fe

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¿Qué haré para cooperar con la gracia?

Acciones personales

• Eleva una oración al Señor dándole gracias por haberte regalado el inmenso don de haber sido bautizada. Puedes rezar la siguiente oración: A través de ti, Santa María, que te prodigas en cuidados maternales quiero manifestar mi acción de gracias a Dios Comunión de Amor, por haberme llamado a la vida, y por haber permitido que reciba el Sacramento del Bautismo, obteniéndome nacer en Cristo Jesús. Amén.

• Pon medios concretos, cooperando con la gracia que el Señor derrama en tu vida, para crecer durante esta semana en tu vida cotidiana:

         — en tu relación con el Señor

         — en tu reconciliación personal

         — en tu entrega amorosa a tu familia

         — en tu relación de amistad con tu grupo de Betania y tus amigas en general.

• Haz un examen personal sobre las siguientes preguntas:

      – Eres consciente de lo que significa haber sido ser bautizada? ¿Qué medios puedes poner para vivir las consecuencias de tu bautismo?

       – ¿Has puesto todos los medios para que tus hijos bautizados crezcan en la fe?

      – ¿Eres madrina de bautizo? ¿Has puesto todos los medios para que tus ahijados crezcan en la fe?

Acciones Comunitarias

• Lean diferentes historias de santos y luego coméntenlas.

• Vean alguna de las siguientes películas y reflexionen sobre la invitación que tenemos a la santidad. Les sugerimos:

         — Santa Rita de Cascia (Rita da Cascia)

         — San Agustín (Sant’Agostino)

         — San Francisco de Asís (Francesco)

         — San Alberto Hurtado (Alberto ¿Quién sabe cuánto cuesta hacer un ojal?)

         — Santa Teresita del Niño Jesús (Thèrèse)

         — San Antonio de Padua (Sant’Antonio di Padova)

         — San Pío de Pietrelcina (Padre Pío)

         — Santa María Goretti (María Goretti)

         — Beato Juan Pablo II (Karol, el hombre que llegó a ser Papa, Karol, El Papa, el hombre)

Celebramos nuestra fe

celebramos

Recemos en comunidad

Todas:

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Lectora:

“Respondió Jesús: ‘En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto’”[31].

Monitora:

Señor Jesús te damos gracias por todo el Amor que nos tienes, por habernos regalado el don de nuestro bautismo. Te pedimos que nos ayudes a morir cada día a nuestro hombre viejo para así renacer a una vida nueva y santa en Ti.

Cantamos: Nueva Vida.

Todas:

UNA NUEVA VIDA, TU MISMA VIDA;
UNA NUEVA FAMILIA, TU MISMA FAMILIA;
HIJOS TUYOS PARA SIEMPRE.

1. Por medio del Bautismo renacemos,
en agua que nos salva nos bañamos,
pasamos de la carne y de lo humano
al mundo de la gracia y de lo eterno.

2. Surgimos del sepulcro que es el agua,
teñidos en tu Sangre redentora.
Contigo incorporados a la Pascua,
vivimos en cristiano hora a hora.

3. Guiados por la luz que recibimos,
ungidos como reyes en la frente,
tu marca salvadora en nuestras vidas
grabada en nuestra entraña para siempre.

Monitora:

Madre buena, te damos gracias por tu presencia maternal en medio de nosotras. Te pedimos que sigas intercediendo por cada una de nuestras necesidades para que podamos vivir las consecuencias de nuestro bautismo y llevar a tu Hijo, el Señor Jesús, a quienes nos rodean, especialmente a nuestras familias.

 

Todas:

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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NOTAS

1. 2Cor 12, 19.

2. Jn 15, 5.

3. Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1997.

4. Ap 3, 20.

5. Ver 1Jn 4, 19.

6. Catecismo de la Iglesia Católica, 2021.

7. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, 3, 65, 3.

8. Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1131.

9. SC, 19, se refiere a la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia, publicada en Roma el 4 de diciembre de 1963, durante el Concilio Vaticano II.

10. Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1118.

11. Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1213–1284.

12. Mt 28, 19-20.

13. Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1213.

14. Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1214.

15. Catecismo de la Iglesia Católica, 1231.

16. Ver Col 1, 12-14.

17. Catecismo de la Iglesia Católica, 1250.

18. Catecismo de la Iglesia Católica, 1251.

19. Sacrosanctum Concilium, 67.

20. Catecismo de la Iglesia Católica, 1255.

21. Ver Rm 8, 29.

22. Catecismo de la Iglesia Católica, 1272.

23. Santa Rita de Casia, (1381-1457), se casó a los 14 años con Paolo Mancini y tuvo dos hijos mellizos. Fue canonizada el año 1900.

24. Juan Pablo II, Christifideles Laici, 16.

25. Chiara “Luce” Badano, (1971 – 1990), fue una joven italiana que murió a los 18 años y fue beatificada el año 2010 por el Papa Benedicto XVI.

26. Giana Beretta Molla, (1922-1969), fue una madre de familia y médico, canonizada el año 2004, por Juan Pablo II.

27. Miguel Salazar, El bautismo, fuente de la vocación y misión del cristiano, Vida y Espiritualidad, Lima 1998, p. 15.

28. Lumen Gentium, 11.

29. Catecismo de la Iglesia Católica, 1270.

30. Benedicto XVI, Carta Apostólica Porta Fidei, 1.

31. Jn 3, 5-7.

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