T. La Iglesia: ¿Qué es la Iglesia?

Miramos la realidad

Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del hades no prevalecerán contra ella”.

«Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del hades no prevalecerán contra ella”[1].

¿Qué sentido tiene la Iglesia? ¿Por qué simplemente cada uno no busca a Dios a “su manera”?

Preguntas como éstas escuchamos frecuentemente entre nuestros amigos, familiares y colegas. Al mismo tiempo escuchamos el clamor de las personas que desean que el mundo cambie, que no exista el mal. Pero…¿Podemos cambiar el mundo con nuestras propias fuerzas?

¿Acaso no es Dios el único que puede obrar la conversión en los corazones?

El Señor Jesús ha querido permanecer con nosotras, a través de su Iglesia, para que podamos conocer, recibir y vivir cotidianamente el don de la Reconciliación que nos ha regalado y también para llamar a toda la humanidad hacia la verdadera felicidad.

 

¿Sabes qué es la Iglesia y cuál es su misión?

Iluminamos al mundo con la fe

1. ¿Qué es la Iglesia?

La palabra “Iglesia” proviene del griego εκκλεσια (ekklesia) y designa a una reunión de personas que se juntan con un fin religioso: “en el lenguaje cristiano, la palabra Iglesia designa no sólo la asamblea litúrgica, sino también la comunidad local o toda la comunidad universal de los creyentes”[2].

El origen de la Iglesia está en Dios mismo, que desde toda la eternidad quiso instituirla como medio de salvación.

“En efecto la Iglesia ha sido prefigurada ya desde el origen del mundo y preparada maravillosamente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua Alianza”[3]. Al llegar la plenitud de los tiempos, El Señor Jesús instituye la Iglesia, lo que se da en varias etapas, entre las cuales están:

• La Anunciación-Encarnación

• La predicación del reino, con Pedro como cabeza

• La elección de los doce apóstoles

• La institución de la Eucaristía

• La muerte en la Cruz

• La manifestación de la Iglesia atodo el mundo en Pentecostés

 La Lumen Gentium, la Constitución Dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II, señala que la Iglesia es un misterio. Pero ¿Qué significa que la Iglesia sea un misterio?

La palabra misterio no se entiende en el lenguaje cristiano como algo arcano u oculto. Sino que se refiere a una realidad que en parte podemos conocer —y debemos hacerlo—, aunque no lo podemos hacer plenamente. La palabra misterio es la misma palabra que se usa para otra realidad muy importante: los sacramentos. Decir que la Iglesia es un misterio significa entenderla desde Cristo, donde encuentra su identidad, pues hace presente a Cristo en el mundo y nos da la posibilidad de que a través de ella podamos acoger el don de la reconciliación.

“En la Iglesia es donde Cristo realiza y revela su propio misterio como la finalidad del designio de Dios: ‘recapitular todo en Cristo’[4]«[5]

a. La Iglesia, misterio de Comunión y Reconciliación

Es en la Iglesia donde desde el Bautismo se da inicio a nuestra vida de fe: “Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión”[6]. Es en la Iglesia donde los hombres y mujeres que hacemos parte de ella nos reconciliamos con Dios y encontramos que Dios nos regala todos los medios necesarios para nuestra salvación.

La reconciliación de la que hablamos, que proviene de la amorosa misericordia de Dios y que nos ha sido concedida en y por el Señor Jesús nos llega a través de la comunidad eclesial. La Iglesia tiene una misión especialmente reconciliadora. Esta misión atañe al ser humano en todas sus dimensiones y se abre en una fraterna proyección a todos los seres humanos. La “Iglesia, que es experta en humanidad”[7] decía Juan Pablo II, no lo es por sí misma, sino porque ha recibido del Señor Jesús la verdad sobre el hombre, la que conserva en el Depósito de la Fe, y que transmite y testimonia bajo la acción del Espíritu Santo.

La misión reconciliadora de la Iglesia tiene su plenitud en el Señor Jesús, quien fue enviado al mundo para reconciliarnos. Este don de la reconciliación o nueva creación es un don de Amor que habiendo sido obrado por el Señor Jesús, nos invita a todos a participar de él, para así ser nuevas criaturas, configurándonos hasta la medida del mismo Señor Jesús. Mas aún, “en efecto, el Verbo de Dios asumiendo en todo la naturaleza humana menos en el pecado, manifiesta el plan del Padre, de revelar a la persona humana el modo de llegar a la plenitud de la propia vocación… Así, Jesús no sólo reconcilia al hombre con Dios, sino que lo reconcilia también consigo mismo revelándole su propia naturaleza”[8].

La Iglesia no es ajena a la misión reconciliadora del Señor Jesús, todo lo contrario, ella participa de ésta, prolongando la presencia de Cristo y obrando la reconciliación pues la Iglesia es depositaria del misterio de la reconciliación y debe anunciar el Evangelio de la Reconciliación.

Foto del Concilio Vaticano II, que se realizó en Roma entre 1962 y 1965

Foto del Concilio Vaticano II, que se realizó en
Roma entre 1962 y 1965

b. Algunas figuras de la Iglesia

Por ser un misterio, podemos recurrir para su descripción a diversas figuras, imágenes y símbolos que muestran algo de lo que la Iglesia es, enriqueciendo nuestra comprensión de ella.

Existen figuras con las que el Concilio Vaticano II se aproxima a la Iglesia para explicarla mejor. Entre ellas hay dos que merecen un comentario especial. Nos referimos a las nociones de Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo[9].

b1. Iglesia Pueblo de Dios

“Nunca estamos solos, formamos parte de una familia de hermanos que recorren el mismo camino: somos parte de la Iglesia”.
Papa Francisco, jmj Rio
2013

Lo encontramos señalado en la Primera carta de Pedro: “Pero vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz. Vosotros que en un tiempo no erais pueblo y que ahora sois el nuevo Pueblo de Dios”[10].

San Pedro hace referencia al pueblo de Israel, de quien la Iglesia es realización plena. Y al referirnos a la Iglesia como Pueblo de Dios, entendemos lo siguiente:

• Que existe una continuidad con Israel, al mismo tiempo que una absoluta novedad por ser ahora Cristo el centro de nuestra fe.

• Que la Iglesia es la realización en el tiempo de la promesa de salvación del Señor.

• Que la igualdad de todos los miembros, está dada por el bautismo.

• Que se trata de un pueblo universal, porque la Iglesia convoca a todos los hombres y mujeres sin importar la raza, cultura o lengua.

• Que su identidad es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo.

• Su ley, es el mandamiento nuevo: amar como el mismo Cristo nos amó.

• Su misión es ser la sal de la tierra y la luz del mundo.

• Su destino es el Reino de Dios, que Cristo mismo comenzó en este mundo y que ha de ser extendido hasta que Él mismo lo lleve también a su perfección.

b2. Iglesia Cuerpo de Cristo

Esta imagen del cuerpo expresa otra importante realidad de la Iglesia. El origen de la misma se encuentra en las cartas de San Pablo[11].

El afirmar que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo implica lo siguiente:

“Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo. Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu”[12].

• Se trata de un cuerpo sobrenatural, es decir, místico y visible.

• En este cuerpo, Cristo es la cabeza que guía, orienta y vivifica, mientras que los cristianos somos los miembros del cuerpo.

• Se trata de un cuerpo donde todos tienen diferentes funciones.

• En la Iglesia el Espíritu Santo es como su alma porque es el que anima y santifica a los miembros. Esta figura indica la unidad y al mismo tiempo la diversidad que hay en la Iglesia.

Así pues, el Espíritu Santo actúa de múltiples maneras en la Iglesia, edificando a todo el cuerpo místico en la caridad de Cristo, por la Palabra de Dios, por los sacramentos, por las virtudes que nos llevan a obrar bien y por los carismas[13].

2. Características o notas de la Iglesia

El Concilio Vaticano II habla de la “única Iglesia de Cristo que, en el Credo confesamos como,una, santa, católica y apostólica”[14]. Estos cuatro atributos, inseparablemente unidos entre sí, indican rasgos esenciales de la Iglesia y de su misión[15].

a. La Iglesia es una

“Te pido que todos ellos estén completamente unidos, que sean una sola cosa en unión con nosotros, oh Padre así como tú estás en mí y yo estoy en Ti que estén completamente unidos para que el mundo crea que Tú me enviaste”[16].

 

Papa Francisco 1

El Papa, Vicario de Cristo, es signo de unidad de la Iglesia Católica.

Esta unidad de la Iglesia puede entenderse de dos maneras. Por un lado, hablamos de una unidad o unicidad externa que significa que no existe más que una única Iglesia que es la que Cristo fundó y que históricamente continúa hasta nosotros, esa Iglesia es la Católica; por otro lado, hablamos también de una unidad interna. La Iglesia se mantiene siempre una, no obstante, su gran diversidad que procede a la vez de la variedad de los dones de Dios y de la multiplicidad de las personas que los reciben, de las limitaciones y defectos humanos[17].

Además, la Iglesia es una por lo siguiente:

• Por su origen o fundador, porque el que la ha fundado es único, Cristo quien le da el Espíritu Santo, para que se mantenga unida.

• Porque posee los medios que le permiten mantenerse unida. Estos medios son de tres tipos: la fe, ya que creemos exactamente lo mismo; la celebración común del culto divino y sobre todo de los sacramentos.

• Por la sucesión apostólica que se realiza a través del sacramento del orden sagrado.

b. La Iglesia es santa

“Ustedes son linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido para anunciar alabanzas…”[18]

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que “La Iglesia es santa porque está unida a Cristo, está santificada por Él; por Él y en Él. Ella también ha sido hecha santificadora ‘Todas las obras de la Iglesia se esfuerzan en conseguir la santificación de los hombres en Cristo y la glorificación de Dios’[19]. En la Iglesia es en donde está depositada ‘la plenitud total de los medios de salvación’[20]. Es en ella donde ‘conseguimos la santidad por la gracia de Dios’[21]«[22].

Hay muchos elementos que santifican a la Iglesia, como luego veremos, pero el más importante siempre es el amor, como nos decía el Señor Jesús, la señal de los cristianos será el amor. La caridad es el alma de la santidad, a la que todos estamos llamados.

La Iglesia es santa por lo siguiente:

• Por su Fundador.

• Porque Dios la llamó y le dio origen; Cristo, quien la instituyó, es santo; y el Espíritu Santo, que la anima, es santo.

• Porque posee los medios de santificación que son los sacramentos, canales de gracia y santidad.

• Porque posee las estructuras que permiten una vida de santidad, como las órdenes religiosas, las parroquias, movimientos eclesiales, etc.

• Porque en ella destacan algunas personas que han brillado por su santidad de vida (santos canonizados/ beatificados).

• Todo esto lo tiene la Iglesia por gracia de Dios, no por ella misma o sus propios méritos.

Al canonizar a ciertos fieles, es decir, proclamar solemnemente que han practicado heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad de la gracia de Dios, la Iglesia reconoce el poder del Espíritu de santidad, que está en ella, y sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como modelos e intercesores[23].

La Iglesia es santa porque su Fundador es santo.

“La Iglesia es, pues santa aunque abarque en su seno pecadores; porque ella no goza de otra vida que de la vida de la gracia; sus miembros, ciertamente, si se alimentan de esta vida, se santifican; si se apartan de ella, contraen pecados y manchas del alma, que impiden que la santidad de ella se difunda radiante. Por lo que se aflige y hace penitencia por aquellos pecados, teniendo poder de librar de ellos a sus hijos por la sangre de Cristo y el don del Espíritu Santo”[24].

 

c. La Iglesia es católica

“Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra, id pues y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”[25].
a caridad es el alma de la santidad, a la que todos estamos llamados

La caridad es el alma de la santidad, a la que todos estamos llamados

La palabra católica significa universal. Este carácter de universalidad, que distingue al Pueblo de Dios, es un don del mismo Señor. Gracias a este carácter, la Iglesia Católica tiende siempre y eficazmente a reunir a la humanidad entera con todos sus valores bajo Cristo como cabeza, en la unidad del Espíritu.“Todos los hombres están llamados a formar parte del nuevo Pueblo de Dios. Por lo cual, este pueblo, sin dejar de ser uno y único, debe extenderse a todo el mundo y en todos los tiempos, para así cumplir el designio de la voluntad de Dios, quien en un principio creó una sola naturaleza humana, y a sus hijos, que estaban dispersos, determinó luego congregarlos”[26].

Un punto importante a considerar es el hecho de que cada una de las iglesias particulares son católicas, en tanto que comulgan y se unen a la Iglesia de Roma, pues, ella es el único fundamento y base de las mismas. “Guardémonos bien de concebir la Iglesia universal como la suma, o si se puede decir, la federación más o menos anómala de Iglesias particulares esencialmente diversas. En el pensamiento del Señor es la Iglesia, universal por vocación y por misión, la que, echando sus raíces en la variedad de terrenos culturales, sociales, humanos, toma en cada parte del mundo aspectos, expresiones externas diversas”[27].

“No todos somos iguales, y no debemos ser iguales. Todos somos diversos diferentes, cada uno con sus propias cualidades y esa es la belleza de la iglesia: cada uno trae lo propio, lo que Dios le dio, para enriquecer a los demás. Y entre los miembros hay esta diversidad, pero es una diversidad que no entra en conflicto, no se contrapone; es una variedad que se deja fundir en armonía por el Espíritu Santo”[28].

 

d. La Iglesia es apostólica

La Iglesia es apostólica porque fue edificada por Cristo sobre el fundamento de los Apóstoles, que fueron los testigos escogidos y enviados en misión por el mismo Señor Jesús.

Los obispos son los sucesores de los Apóstoles. Tienen su misma misión. “Profesar que la Iglesia es apostólica significa subrayar el vínculo constitutivo que tiene con los apóstoles, con aquel pequeño grupo de 12 hombres que Jesús llamó un día por su nombre para que permaneciesen con él y para enviarlos a predicar”[29].

“Porque no abandonas nunca tu rebaño, sino que, por medio de los santos pastores, los proteges y conservas, y quieres que tengan siempre por guía la palabra de aquellos mismos pastores a quienes tu Hijo dio la misión de anunciar el Evangelio”.

“Porque no abandonas nunca tu rebaño, sino que, por medio de los santos pastores, los proteges y conservas, y quieres que tengan siempre por guía la palabra de aquellos mismos pastores a quienes tu Hijo dio la misión de anunciar el Evangelio”[33].

“La misión divina confiada por Cristo a los apóstoles, tiene que durar hasta el fin del mundo, pues, el Evangelio que tienen que transmitir es el principio de toda la vida de la Iglesia. Por eso, los Apóstoles se preocuparon de instituir sucesores”[30].

La Iglesia guarda y transmite la Buena Nueva de Jesús comunicada por los apóstoles con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella: “Acudían asiduamente a la enseñanza de los Apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones”[31]. Esto lo hace porque sigue siendo enseñada, santificada y dirigida por los apóstoles, gracias a quienes los suceden en su ministerio pastoral: los obispos, “a los que asisten los presbíteros juntamente con el sucesor de Pedro y Sumo Pastor de la Iglesia”[32].

Somos “edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas siendo la piedra angular Cristo mismo”[34].

 

Nosotros como miembros de la Iglesia estamos llamados participar en esta inmensa tarea. Así pues, la misión apostólica de la Iglesia no sólo es tarea de los obispos. Toda la Iglesia es apostólica en cuanto ella es “enviada” al mundo entero; todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tenemos parte en esta hermosa tarea.

Estamos invitadas a participar activamente en la misión evangelizadora de la Iglesia, anunciando a tiempo y a destiempo al Señor Jesús como Camino, Verdad y Vida[35].

“Evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar. Quienes creemos en el Señor Jesús afirmamos que Él es el enviado del Padre. Desde el comienzo de su ministerio, llamó a los que Él quiso, y vinieron donde Él. Instituyó Doce para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar. Desde entonces, serán sus ‘enviados’ (es lo que significa la palabra griega Apostoloi). En ellos continúa su propia misión: ‘Como el Padre me envió, también yo os envío’[36]. Por tanto, su ministerio es la continuación de la misión de Cristo. Pero no sólo a los primeros apóstoles y sus sucesores compete esta misión: ‘Toda la Iglesia es apostólica en cuanto que ella es ‘enviada’ al mundo entero; todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen parte en este envío. La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado’[37]. Su misión, la misión de todos los que somos sus hijos, es la de evangelizar”[38].

Cada quien debe evangelizar desde su propia realidad, nosotras como mujeres debemos buscar nuestra misión específica dentro de la Iglesia. “Siguiendo el rumbo trazado por el Evangelio, la Iglesia de los orígenes se separa de la cultura de la época y llama a la mujer a desempeñar tareas conectadas con la evangelización. En sus Cartas, Pablo recuerda, también por su propio nombre, a numerosas mujeres por sus varias funciones dentro y al servicio de las primeras comunidades.

‘Si el testimonio de los Apóstoles funda la Iglesia —ha dicho Pablo VI—, el de las mujeres contribuye en gran manera a nutrir la fe de las comunidades cristianas’[39][40].

3. Organización de la Iglesia

“Jesucristo, Pastor eterno, edificó la santa Iglesia enviando a los Apóstoles de la misma manera que Él había sido enviado por el Padre[41], y quiso que sus sucesores, que son los obispos, fueran apóstoles de su Iglesia hasta el fin de los tiempos y, para que el episcopado fuera uno e indiviso, puso a San Pedro a la cabeza de los otros apóstoles y estableció en él el fundamento y el principio perpetuo y visible de la unidad de la fe y de la comunión”[42].

“La Iglesia, comunidad sacerdotal, sacramental y profética, fue instituida por Jesucristo como sociedad estructurada, jerárquica y ministerial, en función del gobierno pastoral para la formación y el crecimiento continuo de la comunidad”[43]. Por esto es que la Iglesia, el Pueblo de Dios, está constituida por:

• La Jerarquía de la Iglesia:

         — El Papa, los obispos, los presbíteros y los diáconos

• Los fieles laicos

• La vida consagrada

La Iglesia aunque es un misterio, también ha sido organizada y estructurada como una sociedad estatal. Con el Pacto de Letrán, suscrito entre Italia y la Santa Sede el 11 de febrero de 1929, Italia le reconoce a esta última plena propiedad, exclusiva y absoluta potestad y jurisdicción soberana sobre determinado territorio de la ciudad de Roma, que se llama “Estado de la Ciudad del Vaticano”.

4. La familia es una Iglesia doméstica

Las betanias somos mujeres que formamos parte de una familia. Somos hijas, esposas, madres, abuelas, etc. Es por esto muy importante tomar conciencia de la misión que tiene la familia como parte de Iglesia. Para aportar desde quienes somos en esta misión.

Empezaremos por reflexionar en lo que nos dice el Magisterio de la Iglesia:

“La familia, instituida por el Creador Supremo para que fuese la primera y vital célula de la sociedad humana, por medio de Cristo redentor, que se dignó nacer en la familia de Nazareth, ha sido honrada de tal manera que el matrimonio, es decir, la comunidad de amor y vida conyugal, de la que procede la familia, fue elevado a la dignidad de sacramento, para significar eficazmente la alianza mística de amor del mismo Cristo con la Iglesia[44]
Teniendo esto presente, el Concilio Ecuménico Vaticano II define a la familia como ‘iglesia doméstica’[45], manifestando así la función peculiar que la familia está llamada a desarrollar en toda la economía de la salvación y, por lo tanto, la obligación que tienen todos los miembros de la familia de realizar, cada uno según su propia misión, la triple función profética, sacerdotal y real, que Cristo ha confiado a la Iglesia”[46]
“La edificación de cada familia cristiana se sitúa en el contexto de la familia más amplia, que es la Iglesia…y de forma recíproca, la Iglesia es edificada por las familias, “pequeñas Iglesias domésticas”, como las llamó el concilio Vaticano II. Por otro lado la Exhortación Apostólica Familiaris consortio, afirma que “el matrimonio cristiano (…) constituye el lugar natural dentro del cual se lleva a cabo la inserción de la persona humana en la gran familia de la Iglesia”[47].

La familia, es una comunidad de fe, esperanza y caridad. Por eso le podemos llamar “Iglesia doméstica”. La familia cristiana es una comunión de personas, que están llamadas a reflejar la comunión que existe en Dios entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y así como Dios es creador, la familia comparte con Él esa obra, al procrear y educar a los hijos.

De todo ello deriva una consecuencia evidente: la familia y la Iglesia, están llamadas a una estrecha colaboración para cumplir la tarea fundamental, que consiste inseparablemente en la formación de la persona y la transmisión de la fe.

Por esto la familia cristiana, tiene la misión de evangelizar. En primer lugar los cónyuges entre sí están llamados a evangelizarse recíprocamente, luego ellos están llamados a evangelizar a sus hijos, nietos y a todos cuantos los rodean. La familia está invitada a anunciar la Palabra del Señor Jesús y dar testimonio del amor de Dios a través de su propia vida.

La familia cristiana esta llamada a la oración. A orar juntos a Dios. Una familia que reza unida, permanecerá unida, pues juntos, los miembros de la familia se ayudarán mutuamente a vivir como auténticos cristianos.

Es muy bueno el que todos los días, en familia se lea la Palabra de Dios. Si Dios está presente en las conversaciones, el comportamiento de los miembros de la familia será reflejo del amor de Dios. Si únicamente se habla de cosas vanas, chismes, envidias, el comportamiento de la familia será de la misma manera.

5. Conclusión

Amar a la Iglesia es amar a Cristo mismo. Hemos conocido la fe gracias a la Iglesia, hemos conocido al Señor Jesús gracias a la Iglesia. Estamos invitados a amarla como la ama Cristo.

El Papa Francisco en una audiencia con los participantes del Seminario “Dios le confía el ser humano a la mujer”, reflexionaba: “¿Qué presencia tiene la mujer en la Iglesia?” Esta pregunta debe interpelarnos a todas nosotras betanias, para llevarnos a reflexionar sobre nuestro ser y actuar como mujeres que nos sabemos hijas de la Iglesia, en el mundo de hoy.

Recordemos lo que nos decía Juan Pablo II “La fuerza moral de la mujer, su fuerza espiritual, se une a la conciencia de que Dios le confía de un modo especial el hombre, es decir, el ser humano. Naturalmente, cada hombre es confiado por Dios a todos y cada uno. Sin embargo, esta entrega se refiere especialmente a la mujer —sobre todo en razón de su femineidad— y ello decide principalmente su vocación”. Es por esto que la manera de hacernos presentes en la Iglesia es aportando desde nuestro genio femenino a su misión de construir la civilización del amor.

                          “No puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia como Madre”[48].

Interiorizamos

“Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del hades no prevalecerán contra ella”. Mt 16,18.

“Y yo a mi vez te digo que tú eres
Pedro, y sobre esta piedra edificaré
mi Iglesia, y las puertas del hades no
prevalecerán contra ella”.
Mt 16,18.

¿Cómo vivo esto?

El Señor Jesús ha venido a la tierra para darnos el don de la Reconciliación. Este don lo recibimos a través de la Iglesia que ha fundado y a quien le ha encomendado ser sacramento de comunión entre Dios y nosotros, y entre nosotros mismos.

Preguntas para el diálogo

• ¿Valoras el don que Dios te ha entregado en la Iglesia?

• ¿Cuánto amas a la Iglesia?

• ¿Rezas por ella?

• ¿Te sientes realmente parte de la familia de la Iglesia?

• ¿Has leído algún mensaje, encíclica, etc, que el Santo Padre da a toda la Iglesia, con los que transmite y actualiza el mensaje de Cristo para el hombre de hoy?

• Cristo es la cabeza de la Iglesia, y tú eres parte del cuerpo de la Iglesia. ¿Eres consciente de que tienes la responsabilidad de hacerla presente en el medio donde te desempeñas?

• Responde a las preguntas que están al inicio de este tema: ¿Qué sentido tiene la Iglesia ¿Porqué simplemente cada uno no busca a Dios a “su manera”?

Vivamos nuestra fe

¿Qué haré para cooperar con la gracia?

betania

Acciones personales

• Reza todos los días pidiéndole al Señor por la Iglesia y su misión.

• Cuando vayas a la misa dominical esfuérzate por tener una mayor conciencia de tu pertenencia a la Iglesia, sobre todo, en los momentos de la plegaria eucarística donde se pide por ella.

• Conoce la Página Web del Vaticano: www.vatican.va Entra a ella e investiga la información que contiene. Ésta te servirá para tu formación en la fe de la Iglesia. Empieza por leer la Catequesis que dio el Santo Padre en el Angelus, de este miércoles.

• Entra también a la Página web Aciprensa:  www.aciprensa.com, estarás enterado de las noticias eclesiales.

Acciones Comunitarias

• Participen en grupo de alguna celebración litúrgica de su diócesis, para acompañar a su obispo.

• Lean la Constitución Lumen Gentium y compartan sus reflexiones en el grupo. La pueden encontrar en la página web del Vaticano, www.vatican.va.

• Realicen una actividad apostólica en grupo con la conciencia de que al hacerlo están colaborando activamente en la misión de la Iglesia a la que somos convocadas.

Celebramos nuestra fe

Recemos en comunidad

icono 2

Todas:

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Lectora 1:

“Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos”[49].

Monitora:

El Señor Jesús ha querido permanecer entre nosotros a través de su Iglesia, entregándonos el don de la Reconciliación que nos vino a traer. El Santo Padre, sucesor de Pedro, es quien lo representa, conduciendo a la Iglesia en unidad hacia la vida eterna. Terminamos nuestra oración cantando “Tú eres Pedro”.

Todas:

1. Tú eres Pedro y sobre esta piedra
edificaré, edificaré, edificaré mi Iglesia.

BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR. (4v)

2. Y el poder de la muerte no la podrá destruir. (2v)

3. Mensajero de paz, de armonía y amor,
ayuda a los hombres a encontrar a Dios

Todas:

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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NOTAS

1. Mt 16, 18.

2. Catecismo de la Iglesia Católica, 752.

3. Catecismo de la Iglesia Católica, 759.

4. Ef 1, 10.

5. Catecismo de la Iglesia Católica, 772.

6. Catecismo de la Iglesia Católica, 1213.

7. Discurso de clausura del 7 de diciembre de 1965. Y proclamada ante la Asamblea General de las Naciones Unidas: “La Iglesia es experta en humanidad” (4 de octubre de 1965).

8. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Ecclesia in America, 10.

9. Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, 7- 9.

10. 1Pe 2, 9-10.

11. Ver 1Cor 12, 27; Col 1, 17-18; 1, 24

12. 1Cor 12, 12-13.

13. “Los carismas son gracias del Espíritu Santo que tienen directa o indirectamente una utilidad eclesial; los carismas están ordenados a la edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las necesidades del mundo” Catecismo de la Iglesia Católica, 799.

14. Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, 8.

15. Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 811.

16. Jn 17, 21.

17. Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 814.

18. 1Pe 2, 9.

19. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosantum Concilium, 10.

20. Concilio Vaticano II, Decreto Unitatis Redintegratio, 3.

21. Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, 48.

22. Catecismo de la Iglesia Católica, 824.

23. Ver Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, 40; 48-51.

24. Solemne Profesión de fe que Pablo VI pronunció al concluir el Año de la fe, el 30 de junio de 1968, n. 19.

25. Mt 28, 18-19.

26. Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, 13.

27. Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangeli Nuntiandi, 62.

28. Papa Francisco, Audiencia general, Plaza de San Pedro 09 de Octubre de 2013.

29. Papa Francisco, Audiencia general, Plaza de San Pedro Miércoles 16 de octubre de 2013.

30. Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, 20.

31. Hch 2, 42.

32. Ver Concilio Vaticano II, Decreto Ad Gentes, 5.

33. Prefacio de la Misa de los Apóstoles.

34. Ef 2, 20.

35. Ver Jn 14, 6-14.

36. Jn, 20, 21.

37. Catecismo de la Iglesia Católica, 863.

38. Camino Hacia Dios, n. 97 www.caminohaciadios.com.

39. Pablo VI, Discurso al Comité de organización del Año Internacional de la Mujer, 18 de Abril de 1975.

40. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Christifidelis Laici, 49.

41. Ver Jn 20, 21.

42. Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium, 18.

43. Juan Pablo II, Catequesis sobre el Credo, Tomo IV/1, Vida y Espiritualidad, Lima 2001, p. 213.

44. Ver Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et spes, 48.

45. Ver Concilio Vaticano II, Constitución Lumen gentium, 11; Decreto Apostolicam actuositatem, 11.

46. Juan Pablo II, Carta Apostólica Familia a deo instituta, 1-2.

47. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris consortio, 15.

48. San Cipriano de Cartago, Obispo y Mártir.

49. Mt 16, 13-20.

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