T. El apostolado: ¿Soy apóstol del Señor Jesús?

Miramos la realidad

“Id y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado”.

“Id y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado”[1].

Cuando nos cuentan una noticia que nos alegra mucho o nos regalan algo que hemos esperado durante mucho tiempo, no pasan muchos minutos y ya estamos llamando a nuestros familiares y amigos más cercanos para contarles lo bueno que nos ha sucedido. Lo mismo pasa en nuestra vida cristiana. Si nos hemos encontrado con el Señor, si hemos encontrado nuestra verdadera felicidad, ¿Cómo no salir presurosas a anunciar con valentía al Señor a tantos hermanos que necesitan una respuesta para sus vidas?

Nos dice el Papa Francisco “No olvidemos que la fe no es para guardarla, sino para compartirla”.

¿Estás dispuesta a anunciar al Señor Jesús?

Iluminamos al mundo con la fe

Nosotras ya hemos recibido el infinito don de la Fe y de la reconciliación en el Señor Jesús y este encuentro personal con Él que constituye una experiencia que nos llena de alegría, de libertad, de plenitud nos impulsa a anunciarlo y a querer compartir con otros este tesoro encontrado, con la seguridad de que, así como es respuesta para nosotras, es también la realidad que responde y auténticamente al anhelo que hay en todos los hombres. Anunciando al Señor, respondemos como miembros de la Iglesia al llamado que Él mismo nos ha hecho:

 

“Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”[2].

 

Hemos visto con mucha claridad lo evidente de la crisis del mundo en que vivimos, en sus distintas manifestaciones. Vivimos en una sociedad marcada por la realidad de la ruptura fundamental del ser humano, una sociedad con unos valores que alejan cada vez más a las personas de Dios, de su identidad auténtica, que divide a los hombres entre sí y con toda la creación. Se trata de un proceso agresivo de secularización y descristianización, es decir, un proceso de opciones de rechazo de Dios, de la Verdad del Señor Jesús y su mensaje, y de la Iglesia, —que tiene la misión de anunciarlo a todo el mundo—.

Ante esta situación del mundo, nosotras como hijas de la Iglesia, estamos llamadas a cooperar con su misión apostólica ya que desde nuestro bautismo adquirimos el compromiso de ser apóstoles del Señor y en la confirmación renovamos la promesa de ser sus colaboradoras en el anuncio del Evangelio, en todas las realidades humanas, para así ayudar a cambiar el mundo, según el divino Plan. Así mismo, como miembros del MVC, nuestra identidad está sellada por la vocación al apostolado, que es centro de la vida y acción del Movimiento.

Por esto, nos descubrimos llamadas a comprometernos a colaborar en la misión Evangelizadora de la Iglesia.

 

“Profesar que la Iglesia es apostólica, significa hacer hincapié en la relación constitutiva que esta tiene con los apóstoles, con ese pequeño grupo de doce hombres que un día Jesús llamó a Él, los llamó por su nombre, para que permanecieran con Él y para enviarlos a predicar, Los apóstoles fueron escogidos, llamados y enviados por Jesús para continuar su obra, es decir rezar, que es la primera tarea de un apóstol y segunda anunciar el Evangelio”, recordemos que en los primeros años de la Iglesia, para que los apóstoles pudieran tener también tiempo para rezar, se instituyeron los diáconos que les ayudaban en la misión evangelizadora”[3].

 

1. El apostolado como sobreabundancia de amor

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Cuando el amor al Señor, arde en el corazón, necesita expandirse y comunicarse. Éste por su propio dinamismo lleva a la acción comprometida en favor de los demás, en el amoroso cumplimiento de los designios del Padre. Este Amor que eleva al ser humano, y que es un Don derramado en nuestros corazones desde lo Alto[4], es dinámico y eminentemente difusivo, no puede contenerse ni puede permanecer encerrado egoístamente en nosotras mismas. De por sí busca manifestarse y transmitirse de modos concretos, pues, —como advierte el apóstol San Juan— es falso un amor que lo es tan sólo de palabra[5]. Existe una íntima relación entre lo que hay en el interior del hombre y lo que se exterioriza y comunica[6], “De lo que rebosa el corazón habla la boca”[7]. Conforme a este principio enunciado por el Señor Jesús, entendemos que el auténtico apostolado no puede ser sino una sobreabundancia de amor, que brota del encuentro con Cristo, pues, ¿Puede acaso alguien predicar a Cristo con convicción si  no lo ama intensamente?[8]. El apostolado es expresión de nuestro propio amor al Señor, de nuestro encuentro con Él, que se sustenta en una rica vida interior, o no es más que un címbalo que resuena vacuamente[9].

“Sin una vida interior sólida, sin una auténtica unión con Jesucristo, sin una piedad verdadera, no se puede ser apóstol. Para restaurar todas las cosas en Cristo por medio del apostolado es menester la gracia divina, y el apóstol no la recibe si no está unido a Cristo»[10].

Recordemos a tantas mujeres en la historia de la humanidad que tenían su corazón transido de amor por el Señor Jesús y que irradiaron su luz, cooperando a transformar la cultura de su época. Estas admirables mujeres no sólo han percibido su anhelo de Dios, sino que a través de la fe han descubierto en el rostro de Cristo la respuesta a sus deseos de Infinito. Han vivido un profundo encuentro con el Señor Jesús en el cual se les ha revelado su propia identidad[11], así como el rostro del Padre. Esta comunión con Cristo las ha convertido en mujeres tremendamente realistas buscando una respuesta incisiva a los tiempos de crisis. Tenemos a Santa Rita de Casia, Edith Stein, Santa Teresa de Ávila, Teresa de Calcuta entre otras.

2. Instaurarlo todo en Cristo bajo la guía de María

Como hijas de la espiritualidad Sodálite buscamos vivir la espiritualidad de María. Por ello, miramos a la Madre para aprender de ella a vivir conformándonos a su hijo, el Señor Jesús, quien la quiso asociar de una manera estrecha a su servicio apostólico.

De la maternidad espiritual de María brota nuestro apostolado:

                                         “Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo, ahí tienes a tu Madre”[12].

El ser hijas de Santa María, nos mueve a cooperar activamente con Ella en la misión apostólica que le ha sido encomendada por su Hijo, el Señor Jesús, de llevar a todas las personas hacia Él, para que en Él encuentren la respuesta a sus anhelos más profundos.

Siguiendo sus pasos buscamos cooperar con la transformación del mundo desde la fe, teniendo en cuenta que “Es todo un mundo que se ha de rehacer desde los cimientos, que es necesario transformar de salvaje en humano, de humano en divino, es decir, según el corazón de Dios”[13].

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Para ello es necesario ser como María, disponibles para el apostolado.

La disponibilidad apostólica es también una consecuencia lógica del Amor. Quien verdaderamente ama dona su tiempo a la persona que ama. Difícilmente pondrá obstáculos o inventará excusas para no encontrarse con aquel a quien ama. La disponibilidad en el apostolado es fruto del dinamismo amorizante del encuentro con el Señor Jesús. Cuanto más nos acercamos al Señor Jesús, más nos señala a María; y cuanto más nos acercamos a la Madre, ella nos enseña con su corazón doloroso y puro el camino de encuentro con su Hijo. Y en este camino de amorización descubrimos en ambos una disponibilidad absoluta para el cumplimiento del Plan de Dios, un amor sin medida a todas las personas, y con ellos a toda la Creación que gime con dolores de parto esperando la Reconciliación.

Para ser verdaderamente disponibles al apostolado debemos amar realmente la misión apostólica, siguiendo los pasos del apóstol Pablo: “El amor de Cristo nos apremia[14]” y descubrirla en nuestras vidas como  el anhelo que ciertamente late en lo profundo de nuestros corazones. Y para esto recurrimos a María.

 María es por excelencia modelo de disponibilidad apostólica, ella nos muestra el camino del amor que responde de manera inmediata y total a las exigencias de Aquel que es Amor, porque sabe con el conocimiento que le da la fe, que en vivir estas exigencias está la plena realización de su libertad.

Para instaurarlo todo en Cristo, es necesario vivir una disponibilidad apostólica, según el máximo de nuestras capacidades y posibilidades, dejándonos guiar por María.

Como betanias estamos llamadas a anunciar el Evangelio en el mundo, desde nuestra realidad concreta de mujeres que tienen una familia, que trabajan fuera o dentro de casa,que como parte de la Iglesia de Cristo quieren responder con más ardor al llamado de ser evangelizadoras permanentemente evangelizadas, para así ser sal de la tierra y luz del mundo.

3. Nuestra vida hecha apostolado

Cuando el amor de Cristo apremia en el corazón, resuenan fuertemente las palabras de San Pablo en nuestro interior: “Ay de mí si no evangelizare”[15]. Amar a Cristo es esforzarnos por conformarnos con Él en todo tiempo y lugar, por anunciarlo, —siendo portadoras de la esperanza y testigos de su amor—.

Por eso, ante la magnitud del reto es necesario volver una y otra vez a esta verdad esencial: ¡Sólo los santos cambiarán el mundo! El propósito de cambiar el mundo empieza por el compromiso serio de cambiar nuestro propio corazón, acogiendo el don de la reconciliación que el Señor Jesús ha traído a nuestra propia vida.

                              Solo contribuimos al cambio si nos esforzamos en cambiar nosotras primero.

Debemos hacer apostolado con toda nuestra vida, esforzándonos para que como San Pablo podamos repetir: “Mi vida es Cristo”[16], “¡Soy yo, más no yo, sino Él quien vive en mí!”[17]. Esa presencia es la que estamos llamadas a transmitir e irradiar con nuestras palabras y gestos, con todo nuestro ser y con nuestras obras nutridas de caridad. Los santos son los mejores apóstoles.

Si queremos ser buenos apóstoles recordemos que tenemos que formarnos en la fe para así hacerla vida en nosotros y dar razón de ella a los demás, anunciando al Señor Jesús en primera persona.

“Para quien quiere vivir cada vez más intensamente en Cristo, y darlo a conocer a los demás, resulta fundamental la formación personal integral y permanente”[19].

“Para quien quiere vivir cada vez más intensamente en Cristo, y darlo a conocer a los demás, resulta fundamental la formación personal integral y permanente”[18].

Además, la eficacia de nuestro apostolado depende de nuestra permanencia y adhesión al Señor, de la acción de su gracia en nosotros y de nuestra libre colaboración con ella, pues, como Él mismo nos dice:

 

                         “Separados de mí no podéis hacer nada; el que permanece en mí y yo en él ese da mucho fruto”[19].

 

Por ello, para ser buenos apóstoles es necesaria una vida espiritual intensa y consistente, que por la acción del Espíritu Santo nos vaya conformando cada vez más con Cristo. Un antiquísimo autor sagrado del siglo II se preguntaba sobre la causa de que el testimonio de un cristiano sea tan poco convincente: “¿Por qué razón ultrajan el nombre de Dios?”, e inmediatamente ensayaba esta respuesta: “Porque nuestra conducta no concuerda con lo que nuestros labios proclaman. Los paganos, en efecto, cuando escuchan de nuestros labios la Palabra de Dios, quedan admirados de su belleza y sublimidad; pero luego, al contemplar nuestras obras y ver que no concuerdan con nuestras palabras, empiezan a blasfemar, diciendo que todo es fábula y mentira”. Por eso otro autor cristiano, San Ignacio de Antioquia, exhortaba a los cristianos cuando él mismo era conducido a ser devorado por las fieras en el circo romano: “Lo que yo ahora deseo es que lo que enseñan y mandan a otros lo mantengan con firmeza y lo practiquen en esta ocasión. Lo único que para mí deben pedir es que tenga fortaleza interior y exterior, para que no sólo hable, sino que esté también interiormente decidido, a fin de que sea cristiano no sólo de nombre, sino también de hecho”. Y con unas palabras que tienen enorme actualidad para nosotros concluía:

 

“Lo que necesita el cristianismo, cuando es odiado por el mundo, no son palabras persuasivas, sino grandeza de espíritu”.

 

¡Ese es el heroísmo que hoy se necesita para llevar a cabo la Nueva Evangelización: el heroísmo de la coherencia!

4. La doble dimensión del servicio apostólico

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“Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria sino más bien un deber que me incumbe. ¡Y ay de mí si no predicara el Evangelio!”[20].

Después de su resurrección, el Señor Jesús se presentó muchas veces a los apóstoles, para reforzarlos en su fe y prepararlos para la misión que tenían por delante, la que el Señor mismo muchas veces anunció, y que de manera definitiva quiso entregarles cuando se dirigió a ellos, antes de su Ascensión, con este mandato:

                                 “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación”[21].

Como hemos visto antes, como miembros del MVC, estamos llamadas a cooperar con María desde nuestra situación personal, asumiendo la misión de ser apóstoles de la reconciliación.

El apostolado que estamos convocadas a realizar implica un doble servicio:

a. El servicio evangelizador

Mediante este servicio transmitimos el Evangelio de la Reconciliación para responder al “hambre de Dios” que anida en el corazón de todo hombre y mujer. Buscando en primer lugar cómo hacer cercano al Señor Jesús,“a tiempo y a destiempo”, es decir: en todo momento, no sólo cuando “me toca”, no sólo en circunstancias favorables, sino en todo momento, siempre, sin descanso.

Como emevecistas nuestra vocación apostólica nos lleva primero a hacernos apostolado a nosotras mismas con un esfuerzo eficaz por ser cada vez más santas, luego nos lleva a responder a un desafío apostólico importante para nosotras, mujeres laicas: transformarlo todo en Cristo. Una mujer laica ha de ser colaboradora y portadora de la verdad del Señor Jesús. Cada quién desde sus cualidades y capacidades particulares: en la familia, en sus círculos de amigos, centros de trabajo y en general a aquellos a quienes el Señor ha puesto en nuestro camino, en el apostolado directo, en iniciativas culturales, en la educación, a través de los medios de comunicación, en la producción intelectual, en la parroquia, en el mundo del trabajo, en el arte, en la organización social, en puestos de responsabilidad que le permitan inspirar acciones y políticas en todos los ámbitos.

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Además,recordemos que también estamos llamadas a brindar nuestro servicio evangelizador, anunciándolo en las diversas actividades apostólicas que realizamos: tales como retiros, jornadas, congresos o en el esfuerzo de alentar, en la consejería espiritual, en la animación de grupos de Betania. Este servicio implica ayudar a quienes han acogido al Señor Jesús, como camino, verdad y vida, a formarse integralmente en la fe —con una formación que abarca la mente, el corazón y la acción— para poder vivirla e irradiarla intensamente a los demás.

Como mujeres estamos llamadas a evangelizar desde nuestro propio ser y características, aportando a la Iglesia nuestro genio femenino.

“me gustaría hacer hincapié en que la mujer tiene una especial sensibilidad por las ‘cosas de Dios’, en especial para ayudarnos a comprender la misericordia, la ternura y el amor que Dios tiene para nosotros”[22].

b. El servicio de la caridad concreta y eficaz[23]

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Este servicio va en paralelo con el servicio evangelizador y busca ayudar a satisfacer el “hambre de pan” —y todo lo que ello implica: salud, educación, vivienda, etc.[24] — de tantos hermanos necesitados.

Ciertamente, la dura situación de pobreza —material, moral y espiritual— en la que viven muchos hermanos nuestros, hace que el anuncio de la Buena Nueva vaya acompañado de aquellas ineludibles consecuencias sociales por las que —mediante diversas iniciativas de solidaridad— buscamos el modo de saciar conjuntamente el “hambre de pan” que difícilmente puede esperar[25]

Como betanias hacemos concreto nuestro amor a los más necesitados a través de nuestra solidaridad con aquellas personas necesitadas que Dios ponga en nuestro camino y en las diversas asociaciones en las que brindamos nuestros servicios de voluntariado, de acuerdo al lugar donde nos encontramos: Solidaridad en Marcha, Navidad es Jesús, entre muchos otros.

5. Conclusión

“Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación”[26]

Nuestra tarea en la gesta de la nueva evangelización, a la que nos convoca la Iglesia, no puede dejar de considerar que nuestra cooperación con Santa María, consiste en acoger y anunciar el don que ella nos trae: la reconciliación con el Padre.

Para ser apóstoles de la reconciliación es necesario recurrir constantemente a ella, pidiéndole que nos alcance de su Hijo la gracia de ser disponibles al apostolado como Ella lo fue. Para ello es muy importante desarrollar en nosotras una sólida piedad filial, una sintonía con Aquella que libremente cooperó con el designio divino.

Transmitamos el Evangelio a muchos para que a su vez sean capaces ellos mismos de transmitir la buena nueva de la Reconciliación. Así el radio de difusión y de influencia del Evangelio se irá ampliando cada vez más, llegando de este modo a más personas, que conformadas con el Señor Jesús, cooperarán para transformar las estructuras sociales. Así colaboraremos en la construcción de la tan anhelada civilización del amor.

“‘Vayan’, salgan de ustedes mismos, y lleven la luz y el amor a las periferias de la existencia, a los más alejados, a los olvidados, a quienes necesitan comprensión, consuelo, ayuda”
Papa Francisco, JMJ Rio 2013.
                 Los miembros del MVC encontramos que nuestro gozo y plenitud está en anunciar a Jesucristo[27].

Interiorizamos

¿Cómo vivo esto?

Mosaico Sagrado Corazón de Jesús

“Id y haced discípulos a todas las
gentes bautizándolas en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
enseñándoles a guardar todo lo que yo
os he mandado”.
Mc 28,19-20.

En lo central de la experiencia de fe de las betanias, se sitúa el anhelo por vivir la santidad, el ardoroso compromiso por el apostolado y la entrega generosa y fraterna en el servicio. En estas tres dimensiones se expresa su identidad y estilo. En esa perspectiva, su vida es entendida siempre en relación a la iniciativa divina de amor y  asumida, acogiendo la gracia de Dios, en una respuesta libre, responsable y activa.

Preguntas para el diálogo

• ¿Cómo es tu encuentro con el Señor Jesús? ¿Respondes efectivamente a tu vocación al apostolado?

• ¿Qué es hacer apostolado a tiempo y a destiempo? ¿En qué medida buscas hacerlo vida?

• Al interior de tu grupo, ¿Se preocupan de la evangelización de unas a
otras?

• ¿Reconoces en tu ser mujer, un aporte importante para la evangelización de la cultura? ¿Cómo puedes ponerlo en práctica?

• En tu familia, ¿Te preocupas por su evangelización?

 

Vivamos nuestra fe

¿Qué haré para cooperar con la gracia?

betania

Acciones personales

• ¿Cómo crees que tu amor al Señor Jesús puede crecer para que tu ardor por hacer apostolado pueda ser mayor y más intenso? Proponte un medio concreto. (ejemplos: recurrir constantemente a los sacramentos, esforzarme por vivir con mayor intensidad la Liturgia, formarme en la escucha permanente a Dios y a nuestros hermanos, etc…)

• ¿Cuáles son las instancias de tu vida cotidiana en las que estás llamado a ser un apóstol del Señor? ¿Lo eres? ¿Qué te falta o qué más puedes hacer?

• ¿Cómo crees que en tu quehacer cotidiano puedes irradiar la presencia de Cristo a las demás personas? Haz una lista de 5 ejemplos.

• Dijo Gertrude Von le Fort: “Cuándo Dios tiene su altar en el corazón de la madre, toda la casa es su templo”¿Está el Señor en tu corazón? ¿Qué acción concreta puedes hacer para transmitirles a tu esposo, hijos, nietos, madre, hermanos o demás familiares el amor de Dios?

• Realiza el trabajo bíblico que se encuentra en el anexo de este tema y escoge una de las citas propuestas para que la medites en esta semana.

• Ingresa a la página www.caminohaciadios. com y medita en el Camino hacia Dios, n. 18 “La misión apostólica” y el n. 78 “Sal de la tierra y luz del mundo”.

• Piensa de acuerdo con tus dones y talentos, en qué proyecto del MVC puedes participar, aportando así a la misión evangelizadora de la Iglesia.

Acciones Comunitarias

• Organiza como grupo, un rosario, una conferencia o un evento similar al que inviten a nuevas mujeres, para que conozcan mejor a nuestra Madre María y que sea ocasión de pedirle que nos alcance de su Hijo la gracia de ser disponibles al apostolado como Ella lo fue.

• ¿Apoyan u organizan como agrupación algún servicio solidario? ¿Cómo podrían ayudar mas y mejor a los mas necesitados? Organicen un evento pro-fondos u alguna actividad concreta.

• Organicen en su reunión de grupo una exposición de los proyectos apostólicosque cada una asume en el momento.

• Organicen una actividad apostólica con su grupo. Puede ser, por ejemplo: un video-forum, un trabajo social, una charla o diálogo, un lonche apostólico, etc.

 

Celebramos nuestra fe

Recemos en comunidad

icono 2

Todas:

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Lectora 1:

El Señor, en el momento de su ascensión a los cielos, al despedirse de sus apóstoles, les dijo: “Todo poder me ha sido dado en el cielo y sobre la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado. Y mirad que Yo estoy con vosotros, hasta el fin del mundo”[28].

Lectora 2:

Santa María, Madre de los Apóstoles, te pedimos que intercedas por nosotras, para que siguiendo tu ejemplo de ardor por anunciar al Señor, podamos también nosotras ser valientes y constantes en nuestro apostolado.

Monitora:

Dispuestas a llevar la alegría de la Reconciliación a los demás, terminamos nuestra oración cantando “Apóstol del Señor”.

Todas:

SOY UN APÓSTOL, SOY DEL SEÑOR,
ÉL ME LLAMÓ PARA ESTA MISIÓN,
VOY ANUNCIANDO LA SALVACIÓN,
MARÍA GUÍA MI CAMINAR.
SOY MENSAJERO DE SU AMOR,
A TODOS QUIERO IR A BUSCAR,
TOCO A LA PUERTA DEL CORAZÓN
LLEVANDO LA RECONCILIACIÓN.

1. Yo nací para vivir así,
día y noche voy hasta el fin
y mi rostro el fuerte sol quemó,
mi cabeza la lluvia mojó,
un fuego arde en mi corazón.

2. Yo nací para vivir así,
peregrino por todo lugar
y no temo la vida arriesgar
pues mi hermano se aleja de Dios
y va muriendo aunque que crea que no.

3. Yo nací para vivir así,
pregonando a todos la verdad,
la palabra del Señor que es
una espada que alcanzará
el corazón y lo transformará.

4. Yo nací para vivir así,
cual profeta que denuncia el mal,
la injusticia y la explotación
y que anuncia el triunfo del Amor,
que reconcilia y trae la salvación.

Todas:

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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ANEXOS

1. Trabajo Bíblico: descargar aquí

 

 

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NOTAS

1. Mt 28, 19-20.

2. Mt 28, 19.

3. Papa Francisco, Catequesis, 16 de octubre 2013.

4. Ver Rm 5, 5.

5. Ver 1Jn 3, 18; 4, 20-21.

6. Ver Lc 6, 44-45.

7. Mt 12, 34.

8. Ver Flp 1, 21.

9. Ver 1Cor 13, 1.

10. San Pio X, Carta, 11-06-1909.

11. Ver Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et spes, 22.

12. Jn 19, 26-27.

13. Pío XII, Exhortación, Por un mundo mejor, 10/2/1952, n. 4.

14. 2Cor 5, 14.

15. 1Cor 9, 16.

16. Flp 1, 21.

17. Gál 2, 20.

18. Camino hacia Dios n. 172, www.caminohaciadios.com.

19. Jn 15, 5.

20. 1Cor 9, 16.

21. Mc 16, 15.

22. Papa Francisco, Vaticano, 12 de Octubre 2013.

23. Ver Gál 5,6.

24. Ver Pablo VI, Carta Encíclica Populorum Progressio, 20.

25. Ver Stgo 2,15-17.

26. 2Cor 5, 20.

27. Movimiento de Vida Cristiana, ¿Qué es?, Fondo Editorial, Lima,1998, p. 28.

28. Mt 28, 18-20.

  • Los siguientes archivos van a ayudarte a preparar tu reunión de grupo.
  • 4. Video - Himno Beatificación de 498 Mártires de España del siglo XX
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  • 5. Canto - Apóstol del Señor
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  • 6. Canto - Apóstol del Señor
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  • 8. Referencias del Catecismo
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