T. Misión de la iglesia: ¿Cuál es la misión de la Iglesia en el mundo?

Miramos la realidad

“Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.

“Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”[1].

La Iglesia busca estar presente con todos sus hijos e hijas, buscando responder a sus inquietudes e interrogantes. Prueba de ello es que todos nosotros hemos recibido la fe, por la misión evangelizadora de la Iglesia. Por ella hemos encontrado al Señor Jesús y podemos reconciliarnos con Dios, con nosotros mismos, con los demás y con lo creado, y así encontrar el camino para ser plenamente felices.

“La misión de predicar el Evangelio a toda la humanidad ha sido confiada directamente por el Señor a sus discípulos y es la Iglesia quien lleva adelante tal misión en la historia. En el tiempo que estamos viviendo, la evidente crisis social y espiritual llega a ser un desafío pastoral, que interpela la misión evangelizadora de la Iglesia para la familia, núcleo vital de la sociedad y de la comunidad eclesial. La propuesta del Evangelio sobre la familia en este contexto resulta particularmente urgente y necesaria.”[2]

¿Van a cooperar con la Iglesia en su misión evangelizadora?

Iluminamos al mundo con la fe

La Ascensión - Benjamin West

La Ascensión – Benjamin West

Después de su resurrección, el Señor Jesús se presentó muchas veces a los apóstoles reforzando su fe y preparándolos para el inicio de una gran misión evangelizadora, que les confió de modo definitivo en el momento de su Ascensión al cielo. Es entonces cuando el Señor dirigió a sus apóstoles este mandato: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación”[3]. Este es un llamado a ponerse en marcha, un envío con su poder para continuar su propia misión y proclamar el Evangelio a todas las culturas de todos los tiempos, para transformar a modo de fermento el mundo entero.

 

«Id, y haced discípulos a todas las naciones…» [4]

 

 

1. Identidad y Misión de la Iglesia

 

 

"La evangelización es lo que marca la identidad de la Iglesia"

«La evangelización es lo que marca la identidad de la Iglesia»

 

La Iglesia es el ámbito donde los hombres, encontrando al Señor Jesús, descubren el amor del Padre, que está unido al Hijo. Cuando el Señor asciende a los cielos, promete el Espíritu Santo para la santificación de la Iglesia y sus miembros. No nos deja solos, nos deja a Aquel que derrama abundante gracia para nuestra propia conversión, haciéndonos capaces de amar con el mismo amor de Dios “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”[5]. Así, en la Iglesia, en comunión con ella, debemos buscar nuestra reconciliación y santidad, conscientes que nuestra misión es cooperar con la gracia abundante que Dios nos regala para así poder configurarnos con el Señor Jesús, que es “la respuesta  definitiva a la pregunta sobre el sentido de la vida y a los interrogantes fundamentales que asedian también hoy a tantos hombres y mujeres”[6].

 La misión de la Iglesia puede resumirse en una sola palabra: evangelización. Se trata de anunciar al Señor Jesús y por ende la reconciliación que Él nos trajo. De hecho esa fue la preocupación inicial en el Concilio Vaticano II, cuando se buscó responder a la pregunta “¿Iglesia qué dices de ti misma?”, como una forma de que ésta tome conciencia sobre su identidad y su misión, para responder mejor a las necesidades de los seres humanos del mundo de hoy.

 Así, la identidad más profunda sobre la Iglesia es su propia misión evangelizadora: “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa”[7].  Asimismo “el que ha sido evangelizado evangeliza a su vez. He ahí la prueba de la verdad, la piedra de toque de la evangelización: es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da testimonio y anuncia”[8].

Evangelizar no es otra cosa que acercar a las personas al Señor Jesús, que Él sea el centro de sus vidas, que ellas encuentren un sendero humanizante de felicidad por el cual avanzar, siendo rescatados y reconciliados del pecado, e invitados a vivir una vocación de libertad, amor aquí en la tierra, y recibiendo el ciento por uno, también en el cielo.

Esta evangelización es lo que marca la identidad de la Iglesia, la cual se verá reflejada en la Constitución Dogmática Lumen Gentium[9], en la que se comienza enfatizando que Cristo es la luz de los pueblos y que la Iglesia, reflejando la luz del Señor Jesús es luz del mundo. “De esta manera se introduce la reflexión sobre la Iglesia dentro de la consideración del designio redentor del Padre y de la obra salvadora y reconciliadora del Verbo Eterno, prolongada por obra del Espíritu Santo en la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo”[10].

 “El Evangelio no es para algunos sino para todos… No tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente”.
Papa Francisco, Misa de clausura, en la JMJ Rio 2013.

2. Anunciar en primera persona la Reconciliación obrada por el Señor Jesús

“Como todos los fieles, los laicos están encargados por Dios del apostolado en virtud del Bautismo y de la Confirmación y por eso tienen la obligación y gozan del derecho, individualmente o agrupados en asociaciones, de trabajar para que el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todos los hombres y en toda la tierra; esta obligación es tanto más apremiante cuando sólo por medio de ellos los demás hombres pueden oír el Evangelio y conocer a Cristo. En las comunidades eclesiales, su acción es tan necesaria que, sin ella, el apostolado de los pastores no puede obtener en la mayoría de las veces su plena eficacia”[11].

La evangelización es el anuncio en primera persona de la reconciliación obrada por el Señor Jesús en la propia vida, que nace fruto del encuentro con El, en la oración y en los sacramentos. El mismo Señor Jesús nos dijo “Ánimo, yo he vencido al mundo”[12] y con ello nos alienta a seguirlo con radicalidad y a anunciarlo.

Nos dice el Papa Benedicto XVI: “Tenéis la tarea de volver a proponer con vuestra competencia, la belleza, la bondad y la verdad del rostro de Cristo, en quien todo hombre está llamado a conocer sus rasgos más auténticos y originales, el modelo que hay que imitar cada vez mejor”.

Con la conciencia que somos frágiles vasos de barro, pero portadores de la gracia de Dios, no podemos quedarnos impasibles ante la necesidad de las personas que buscan encontrarse con el Señor Jesús, quien es la respuesta de sus vidas.

Solo cuando nos hayamos encontrado con el Señor Jesús y lo hayamos dejado entrar en nuestra vida, escuchando en lo más profundo de nuestro ser, su voz, podremos ser capaces de dar, pues nadie da lo que no tiene.

 

 

 

3. María Maestra en el apostolado

icono jesus crucificado - 3

“Mujer, ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu Madre”[13]. Desde la Cruz el Señor Jesús nos señala a María como madre nuestra. Y es aquí que ella ha recibido del mismo Señor Jesús la misión de conducir a los hombres hacia el encuentro plenificador con Él. De aquí que nuestro apostolado, sea corolario, es decir, fruto y consecuencia del apostolado que María realiza, cumpliendo así fielmente con la misión que el Señor le encomendó desde la cruz.

Nosotros estamos llamados a cooperar con ella en la misión apostólica que le ha sido encomendada por su Hijo Jesús, de llevar a todas las personas hacia Él.

María, la dulce Madre del Señor Jesús, es maestra en la evangelización y el apostolado, ella siempre atenta a las necesidades de cada ser humano[14] nos enseña con su vida cómo hacer apostolado, cómo anunciar al Señor y la verdad del Evangelio. Nos toca a nosotros cooperar activamente en el apostolado de María, anunciando a Jesús, en un amor solidario por los más necesitados, promoviendo la reconciliación de la persona y de todas sus estructuras.

 

 

 

4. Evangelización de la familia

Vamos a hacer un brevísimo recorrido de las enseñanzas de la Iglesia con respecto a la familia. Con esto podemos apreciar la preocupación apostólica, tan honda que ha tenido siempre por ella.

“También en la comunidad cristiana primitiva la familia aparece como ‘Iglesia doméstica’[15] . En los llamados ‘códigos familiares’ de las Epístolas Apostólicas neotestamentarias, la grande familia del mundo antiguo es considerada como lugar de la solidaridad más profunda entre mujeres y maridos, entre padres e hijos, entre ricos y pobres[16]. En particular, la Epístola a los Efesios ha visto en el amor nupcial entre el hombre y la mujer ‘el gran misterio’, que hace presente en el mundo el amor de Cristo y de la Iglesia.[17]

En el curso de los siglos, sobre todo en la época moderna hasta nuestros días, la Iglesia no ha hecho faltar su constante y creciente enseñanza sobre la familia y sobre el matrimonio que la fundamenta. Una de las expresiones más altas ha sido propuesta por el Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, la cual, refiriéndose a los problemas más urgentes, dedica un capítulo entero a la promoción de la dignidad del matrimonio y de la familia, como aparece en la descripción de su valor para la constitución de la sociedad: ‘Así, la familia, en la que distintas generaciones coinciden y se ayudan mutuamente a lograr una mayor sabiduría y a armonizar los derechos de las personas con las demás exigencias de la vida social, constituye el fundamento de la sociedad’[18]. De especial intensidad es el llamado a una espiritualidad Cristocéntrica para los esposos creyentes: ‘los propios cónyuges, finalmente, hechos a imagen de Dios vivo y constituidos en el verdadero orden de personas, vivan unidos, con el mismo cariño, modo de pensar idéntico y mutua santidad, para que habiendo seguido a Cristo, principio de vida, en los gozos y sacrificios de su vocación, por medio de su fiel amor, sean testigos de aquel misterio de amor que el Señor con su muerte y resurrección reveló al mundo’[19].

 

También los Sucesores de Pedro, después del Concilio Vaticano II, han enriquecido con su Magisterio la doctrina sobre el matrimonio y sobre la familia, en particular Pablo VI con la Encíclica Humanae vitae, que ofrece específicas enseñanzas sobre los principios y sobre la praxis. Sucesivamente el Papa San Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio ha querido insistir en este aspecto, al proponer el designio divino sobre la verdad originaria del amor de los esposos y de la familia, en estos términos: ‘El único ‘lugar’ que hace posible esta donación total es el matrimonio, es decir, el pacto de amor conyugal o elección consciente y libre, con la que el hombre y la mujer aceptan la comunidad íntima de vida y amor, querida por Dios mismo[20], que sólo bajo esta luz manifiesta su verdadero significado. La institución matrimonial no es una injerencia indebida de la sociedad o de la autoridad ni la imposición intrínseca de una forma, sino exigencia interior del pacto de amor conyugal que se confirma públicamente como único y exclusivo, para que sea vivida así la plena fidelidad al designio de Dios Creador. Esta fidelidad, lejos de rebajar la libertad de la persona, la defiende contra el subjetivismo y relativismo, y la hace partícipe de la Sabiduría creadora’[21].

El Catecismo de la Iglesia Católica recoge estos datos fundamentales: ‘La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una íntima comunidad de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propias por el Creador. Por su naturaleza está ordenada al bien de los cónyuges así como a la generación y educación de los hijos. Entre bautizados, el matrimonio ha sido elevado por Cristo Señor a la dignidad de sacramento[22][23].

La doctrina expuesta en el Catecismo se refiere tanto a los principios teológicos como al comportamiento moral, tratados en dos títulos distintos: El sacramento del matrimonio[24] y El sexto mandamiento[25]. La atenta lectura de estas partes del Catecismo ayuda a la comprensión actualizada de la doctrina de la fe, que ha de sostener la acción de la Iglesia ante los desafíos del presente. Su pastoral se inspira en la verdad del matrimonio considerado en el designio de Dios, que ha creado el hombre y la mujer y en la plenitud de los tiempos ha revelado en Jesucristo también la plenitud del amor esponsalicio elevado a sacramento. El matrimonio cristiano fundado sobre el consenso y también dotado de efectos propios, como los bienes y las obligaciones de los esposos, sin embargo no ha sido sustraído al régimen del pecado[26], que puede procurar heridas profundas y también ofensas a la misma dignidad del sacramento.

La Encíclica del Papa Francisco, Lumen Fidei, habla de la familia en su vínculo con la fe que revela ‘hasta qué punto pueden ser sólidos los vínculos humanos cuando Dios se hace presente en medio de ellos’[27]. ‘El primer ámbito que la fe ilumina en la ciudad de los hombres es la familia. Pienso sobre todo en el matrimonio, como unión estable de un hombre y una mujer: nace de su amor, signo y presencia del amor de Dios, del reconocimiento y la aceptación de la bondad de la diferenciación sexual, que permite a los cónyuges unirse en una sola carne[28] y ser capaces de engendrar una vida nueva, manifestación de la bondad del Creador, de su sabiduría y de su designio de amor. Fundados en este amor, hombre y mujer pueden prometerse amor mutuo con un gesto que compromete toda la vida y que recuerda tantos rasgos de la fe. Prometer un amor para siempre es posible cuando se descubre un plan que sobrepasa los propios proyectos, que nos sostiene y nos permite entregar totalmente nuestro futuro a la persona amada’[29]. ‘La fe no es un refugio para gente pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran llamada, la vocación al amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale la pena ponerse en sus manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte que todas nuestras debilidades’[30][31].

5. Conclusión

La Iglesia es un don de Dios para la humanidad. Por ella hemos recibido el don de la fe y estamos invitados a comunicar a nuestros hermanos este don cooperando según el máximo de nuestras capacidades y posibilidades en la misión evangelizadora a Ella encomendada. La Iglesia “experta en humanidad” busca que todos los hombres puedan encontrar el sentido de sus vidas, descubriendo al Señor Jesús y permitiendo que el don de la reconciliación que nos ha traído se haga efectivo en sus vidas.

Respondamos con generosidad en la tarea evangelizadora que a todos, como Iglesia, el Señor nos ha confiado. Acojámonos a la intercesión de la Madre de la Reconciliación, Madre de la Iglesia y nuestra. Cooperemos con su tarea de llevar a todos los hombres al encuentro con su Hijo, el Señor Jesús, buscando así instaurarlo todo en Él.

A los esposos y esposas de hoy les toca no sólo reflexionar y profundizar, sino sobre todo la hermosa tarea de colaborar con la gracia y, tomando impulso del ejemplo de la Familia de Nazaret, llevar a la práctica la misión de hacer de sus familias un cenáculo de amor cristiano, una comunidad reconciliada y reconciliadora, una familia evangelizada y evangelizadora, una auténtica Iglesia doméstica.

Interiorizamos

¿Cómo vivo esto?

“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” Jn 14,6

“Predicar el Evangelio no es
para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!”.
1Cor 9,16.

 

“La buena noticia del amor divino ha de ser proclamada a cuantos viven esta fundamental experiencia humana personal, de vida matrimonial y de comunión abierta al don de los hijos, que es la comunidad familiar. La doctrina de la fe sobre el matrimonio ha de ser presentada de manera comunicativa y eficaz, para que sea capaz de alcanzar los corazones y de transformarlos según la voluntad de Dios manifestada en Jesucristo”[32].

Preguntas para el diálogo

• ¿Cuál es la misión que el Señor Jesús ha encomendado a la Iglesia?

• ¿Están cooperando como hijos de la Iglesia, en su misión evangelizadora?

• ¿Buscan hacer apostolado a “tiempo y a destiempo”, con su familia y amigos?

• ¿Cuál creen que es el apostolado específico que el Señor Jesús les está pidiendo como esposos, padres, hijos, amigos,etc?

Vivamos nuestra fe

¿Qué haré para cooperar con la gracia?

Subsidin

Acciones personales

• Medita ¿Qué significa esta cita para ti?: “Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!”[33].

• Medita el Camino hacia Dios n. 180 “Os he destinado para que vayáis y deis fruto”. Puedes encontrarlo en www.caminohaciadios.com

• Visita al Santísimo para pedirle que te ilumine y te dé la fortaleza para anunciarlo a “tiempo y a destiempo”[34].

• Haz una Visita Mariana y pídele a nuestra Madre que te acompañe y te instruya en tu apostolado.

• ¿Tienes una actitud apostólica con tu familia? Piensa en como acercar al Señor Jesús a cada uno de ellos.

Acciones Comunitarias

• Compartan en una reunión de grupo el apostolado que realizan.

• Organicen una actividad apostólica con todo el grupo.

• Busquen a parejas amigas a los que puedan invitar a vivir la aventura de la vida cristiana.

• Participen en grupo de una celebración eucarística, con la intención de rezar por el Santo Padre y por la misión evangelizadora de la Iglesia.

• Lean la Constitución Pastoral Gaudium et Spes y compartan sus reflexiones en el grupo. La pueden encontrar en lapágina web del Vaticano.

• Vean en su grupo la película sobre la vida de San Juan Pablo II, “Karol, el hombre que llegó a ser Papa” de Giacomo Battiato, y compartan sus reflexiones.

 

Celebramos nuestra fe

Recemos en Comunidad

rezando

Todos:

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Lector 1:

“Y cuando llegaron subieron a la estancia superior, donde vivían, Pedro, Juan, Santiago y Andrés; Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo, Simón el Zelotes y Judas de Santiago. Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos”[35].

Lector 2:

Hoy Señor, nosotros también nos reunimos como iglesia doméstica, en compañía de María, para pedirte que enciendas en nuestros corazones el fuego de tu amor a ella, para que, seamos como familia, siempre fieles colaboradores de la misión que le has encomendado.
Cantamos “Iglesia Peregrina”.

Todos:

1. Todos unidos, formando un solo Cuerpo,
un Pueblo que en la Pascua nació;
miembros de Cristo en sangre redimidos;
¡IGLESIA PEREGRINA DE DIOS!
Vive en nosotros la fuerza del Espíritu,
que el Hijo desde el Padre envió;
Él nos empuja, nos guía y alimenta.
¡IGLESIA PEREGRINA DE DIOS!

SOMOS EN LA TIERRA SEMILLA DE OTRO REINO,
SOMOS TESTIMONIO DE AMOR,
PAZ PARA LAS GUERRAS Y LUZ ENTRE LAS SOMBRAS,
IGLESIA PEREGRINA DE DIOS.

2. Rugen tormentas y a veces nuestra barca
parece que ha perdido el timón.
Miras con miedo, no tienes confianza.
¡IGLESIA PEREGRINA DE DIOS!
Una esperanza nos llena de alegría,
presencia que el Señor prometió.
Vamos cantando, Él viene con nosotros.
¡IGLESIA PEREGRINA DE DIOS!

3. Todos nacidos en un solo Bautismo,
unidos en la misma comunión;
todos viviendo en una misma casa;
¡IGLESIA PEREGRINA DE DIOS!
Todos prendidos en una misma suerte,
ligados a la misma salvación,
somos un Cuerpo y Cristo es la cabeza,
¡IGLESIA PEREGRINA DE DIOS!

Monitor:

Salgamos dispuestos a cooperar con Santa María, Madre de la Iglesia, en la tarea de guiar a los hombres al encuentro plenificador con su Hijo, el Señor Jesús.

Todos:

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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NOTAS

1. Mt 28, 19-20.

2. Documento preparatorio de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos “Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización”, Vaticano, 2013.

3. Mc 16, 5.

4. Mt 28, 19.

5. Rm5, 5.

6. San Juan Pablo II, Exhortación apostólicaEclessia in America, 10.

7. Pablo VI,Exhortación apostólicaEvangeliiNuntiandi, 14.

8. Pablo VI,Exhortación apostólicaEvangeliiNuntiandi, 24.

9. Pablo VI,Exhortación apostólicaEvangeliiNuntiandi, 24. 1.

10. Concilio Vaticano II, ConstituciónLumen Gentium, 40.

11. Catecismo de la Iglesia Católica, 900.

12. Jn16,33.

13. Jn19, 26-27.

14. “No tienen vino”, Ver Jn 2, 3.

15. Catecismo de la Iglesia Católica,1655.

16. VerEf5,21-6,9; Col 3,18-4,1; 1Tm 2,8-15; Tt2,1-10; 1P 2, 13-3,7; Ver además la Epístola a Filemón.

17. Ver Ef 5,31-32.

18. Concilio Vaticano II, ConstituciónGaudium et Spes, 52.

19. Concilio Vaticano II, ConstituciónGaudium et Spes, 52.

20. Concilio Vaticano II, ConstituciónGaudium et Spes,48.

21. San Juan Pablo II, Exhortación apostólica FamiliarisConsortio,11.

22. Ver Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et Spes 48; Código de Derecho Canónico, can. 1055, §1.

23. Catecismo de la Iglesia Católica,1660.

24. Catecismo de la Iglesia Católica,1601; 1658.

25. Catecismo de la Iglesia Católica,2331; 2391.

26. Ver Gn 3, 1-24

27. Papa Francisco, Encíclica Lumen Fidei, 50.

28. Ver Gn 2, 24.

29. Papa Francisco, Encíclica Lumen Fidei, 52.

30. Papa Francisco, Encíclica Lumen Fidei, 53.

31. Documento preparatorio de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los 0bispos “Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización”, Vaticano, 2013.

32. Documento preparatorio de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los obispos “Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización”, Vaticano 2013.

33. 1Cor 9, 16.

34. 2Tim 4, 2.

35. Hch 1, 13-14.

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