T. La Gracia: ¿Acojo la gracia como el don de la reconciliación?
Quien se propone participar en una competencia deportiva o alcanzar las altas cimas de una montaña, tiene que poner los medios adecuados para lograrlo. Por eso si nos proponemos alcanzar la santidad como meta de nuestra vida cristiana, para ser verdaderamente felices, debemos recordar dos cosas muy importantes.
La primera es que la santidad solamente la podemos alcanzar con la gracia con la que El Señor Jesús nos bendice abundantemente y la segunda es que estamos invitados a cooperar desde nuestra libertad con esta gracia para que dé fruto en nuestras vidas. Así, quien aspira a la santidad convencido de que, aunque difícil, es posible, se apresta a poner su máximo empeño para responder a tal llamado.
¿Estás convencido de que, con la ayuda de la gracia,
puedes alcanzar la santidad?
1. La Gracia
El Señor Jesús es la fuente de una fuerza sobrenatural que nos sostiene, fortalece, nutre, vivifica, y nos transforma interiormente —siempre contando con nuestra libre e indispensable cooperación— en el camino de la vida cristiana. Esta fuerza del Señor Jesús, que es transmitida a nosotros por su Espíritu, la llamamos gracia.
Por la gracia “participamos en la vida de Dios”[3], y somos santificados por el don del Espíritu Santo. Así pues, decimos que la gracia es el don gratuito que Dios nos hace de su vida y que nos lleva a obrar rectamente según su Plan.
Debemos enfatizar algunos elementos de esta afirmación:
En primer lugar, decimos que es un don gratuito, lo que implica que es Dios quien en su Hijo Jesucristo y a través del Espíritu Santo sale al encuentro de nuestra realidad personal y nos concede la ayuda sobrenatural para llegar a la meta: la santidad. Es Dios quien nos busca: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y el Conmigo”[4]. Es Él quien nos concede su propia vida, “porque Él nos amó primero”[5].
Un segundo elemento es que la gracia nos lleva a actuar según el Plan de Dios. Recorrer el camino hacia la santidad sin la gracia es imposible, pero aunque la iniciativa siempre es de Dios, es necesaria nuestra libre cooperación; de lo contrario nuestra libertad se vería rebajada. Dios no nos obliga a ser santos, puesto que su amor le lleva a respetar nuestra libertad, pero sí nos concede todos los medios para alcanzar la santidad, para responder a su amoroso Plan y así vivir de acuerdo a lo que anhelamos en lo más profundo de nuestro corazón.
“La gracia es el auxilio que Dios nos da para responder a nuestra vocación de llegar a ser sus hijos adoptivos. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria”[6].2. Los Sacramentos
Para nutrirnos de su gracia en el proceso de conversión y maduración continua al que estamos llamados a recorrer, el Señor Jesús instituyó los sacramentos y los confió a su Iglesia; por medio de ellos nos da su gracia y nos alimenta en cada etapa de nuestra vida. Gracias a ellos, participamos en su muerte y resurrección, y somos invitados a morir con Él, para poder resucitar con Él. Es decir, morir a todo que nos aleje de Dios, para poder vivir la vida eterna.
Los sacramentos son signos sensibles y eficaces mediante los cuales Dios nos transmite su Gracia. Son siete:
• Los tres primeros son los llamados Sacramentos de Iniciación Cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía
• Otros dos son los llamados Sacramentos de Curación: Reconciliación y Unción de los enfermos
• Los dos restantes son llamados Sacramentos de la Misión: Orden Sacerdotal y Matrimonio.
En este conjunto, la Eucaristía ocupa un lugar único, y “todos los sacramentos están ordenados a éste como a su fin” [7].
Los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida divina. Los ritos visibles bajo los cuales los sacramentos son celebrados significan y realizan las gracias propias de cada sacramento. Dan fruto en quienes los reciben con las disposiciones requeridas[8].Los sacramentos son signos sensibles, pues, todos se valen de una “materia”, podemos percibirlos mediante los sentidos.
Los sacramentos son eficaces porque en ellos actúa Cristo mismo y nos transmiten eficazmente la gracia de Dios, es decir, aquello que dicen que hacen, realmente lo hacen. Son necesarios para nuestra reconciliación.
Un sacramento se compone de materia y forma junto al ministro que lo realiza con la intención de hacer lo que hace la Iglesia:
• La materia es la realidad o acción sensible, como el agua natural en el bautismo.
• La forma son las palabras que al hacerlo se pronuncian.
• El ministro es la persona que hace o administra el sacramento.
La gracia se distribuye de manera privilegiada por los sacramentos. “Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios; pero, en cuanto signos, también tienen un fin pedagógico. No sólo suponen la fe, sino que, a la vez, la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y de cosas; por esto se llaman sacramentos de la ‘fe’. Confieren ciertamente la gracia, pero también su celebración prepara perfectamente a los fieles para recibir fructuosamente la misma gracia, rendir el culto a Dios y practicar la caridad. Por consiguiente, es de suma importancia que los fieles comprendan fácilmente los signos sacramentales y reciban con la mayor frecuencia posible aquellos sacramentos que han sido instituidos para alimentar la vida cristiana”[9].
Materia de los SacramentosBautismo: Agua bendita
Confirmación: La unción con el crisma en la frente
Eucaristía: Pan ácimo de trigo, y el vino puro de uva
Reconciliación: Dolor de corazón, los pecados dichos al confesor de
manera sincera e íntegra y el cumplimiento de la penitencia
Matrimonio: Es el Sí en cuanto donación total al otro
Unción de los Enfermos: Aceite consagrado por el Obispo o por el
sacerdote en caso de necesidad
Orden Sacerdotal: Imposición de las manos por parte del Obispo
Cristo dejó a sus discípulos el poder de celebrar los sacramentos que fueron instituidos por El mismo, y ha sido la Iglesia, aquella a quien Él delegó la función de preservar su Palabra, la que ha ido reconociéndolos poco a poco y precisando su dispensación. Asimismo, los sacramentos son dispensados por la Iglesia y para la Iglesia. Existen por la Iglesia puesto que ella es el misterio de la acción del Señor, y existen para ella misma puesto que manifiestan y comunican a los hombres el misterio de Dios[10]. Los sacramentos obran ex opere operato, es decir, que no deben su eficacia a la santidad o virtud de la persona que los da o recibe, sino que es por virtud de Cristo mismo que actúa. Debido a esto, ningún rito sacramental puede ser cambiado, modificado o manipulado a voluntad del ministro que lo celebra o de la comunidad que lo recibe, puesto que afecta de manera directa la validez del sacramento.
3. El Sacramento del Bautismo[11]
El Bautismo es el “primer” sacramento que recibimos, es la puerta que nos permite recibir los demás y nos hace renacer como hijos de Dios. Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el Espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos”[13].
Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razón del carácter del rito central mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en griego) significa “sumergir”, “introducir dentro del agua”; la “inmersión” en el agua simboliza el acto de sepultar al bautizado en la muerte de Cristo, de donde sale por la resurrección con Él como “nueva criatura”[14].
Gracias a este sacramento:
• Se borra y perdona el pecado original y todos los pecados en el caso de ser una persona mayor
• Somos incorporados a Cristo, pues, nos hace miembros de su Cuerpo y partícipes de su misión.
• Nos hace “una nueva creatura”, hijo adoptivo de Dios —que ha sido hecho “partícipe de la naturaleza divina”—.
• Ingresamos a formar parte de la Iglesia, que es el Pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo, y la comunidad en que obra visiblemente y espiritualmente nuestra salvación.
• Nos hace miembros de Cristo; coherederos con Él, del Reino; y templos del Espíritu Santo.
En resumen, el Bautismo nos introduce en la Iglesia, en donde somos reconciliados con Dios, y en donde recibimos sus promesas, y formamos su pueblo que peregrina en la tierra hacia su Reino. En el Bautismo, pasamos de la muerte del pecado, a la vida de la gracia. Por último, el bautizado es hecho un miembro de la Iglesia que debe tener una actitud activa para obrar su salvación.
a. El Sacramento del Bautismo imprime carácter
Dios Amor, en el Bautismo imprime en nosotros un sello espiritual indeleble, el cual nos marca como hijos suyos. Este sello recibe el nombre de carácter. Nos dice el Catecismo: “Incorporado a Cristo por el Bautismo, el bautizado es configurado con Cristo[15]. El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación. Dado una vez por todas, el Bautismo no puede ser reiterado”[16].
b. Consecuencias del Bautismo
b1. Llamado a la santidad
La primera tarea de todo hijo de la Iglesia es la santidad. A eso nos invita el Bautismo.
El don del bautismo es como una semilla llamada a crecer, exigiendo por lo tanto nuestra cooperación con esta gracia. “Esto implica asumir en la propia vida un doble dinamismo por el cual nos vamos asemejando cada vez más al Señor Jesús: despojarse del hombre viejo y revestirse del nuevo. Ambos procesos son simultáneos y complementarios”[19].
«Todos los fieles cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre» [21].
b2. Llamado al apostolado, participando activamente en la misión evangelizadora de la Iglesia
“Los bautizados ‘renacidos (por el bautismo) como hijos de Dios están obligados a confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio de la Iglesia’[22] y de participar en la actividad apostólica y misionera del Pueblo de Dios”[23].Al haber sido incorporados a la Iglesia, vivimos y participamos de la comunión de todos sus miembros, tanto con los que todavía peregrinamos, como con los que ya gozan de la presencia de Dios Trinidad de Amor.
Todo bautizado está llamado a ser fiel al Señor, a preocuparse por hacer crecer y madurar su fe, a cooperar y comprometerse con la Iglesia en la misión que el Señor le encomendó, a ser sal y levadura en medio del mundo, a morir a todo lo que nos aleja del Amor para poder vivir en y con el Amor. Es decir, por el bautismo, estamos llamados a ser sus discípulos y a que vivamos una vida plena, llena de amor, servicio, entrega y generosa donación.
Por el bautismo estamos llamados a dar y ser testimonio, con nuestras palabras y acciones; a ser evangelizadores permanentemente evangelizados; y a ser artífices de la reconciliación
¿Cómo vivo esto?
“(…) el Espíritu Santo, que obra la santificación del Pueblo de Dios por medio del ministerio y de los sacramentos, da también a los fieles (1 Cor 12, 7) dones peculiares”[24].
Preguntas para el diálogo
• ¿Eres consciente de que puedes alcanzar la santidad cooperando con la gracia que recibes a través de los sacramentos?
• ¿Qué importancia le das a los sacramentos en tu vida?
• ¿Recurres a ellos con frecuencia?
• ¿Recuerdas el día de tu bautismo? ¿Le das importancia a este día tan especial en tu vida?
• ¿Reconoces que al ser bautizado estás llamado a cooperar con la misión apostólica de la Iglesia? ¿Que acción apostólica realizas como miembro del MVC?
• ¿Quieres de todo corazón ser santo? ¿Qué medios concretos vas a poner para hacer fructificar la gracia de Dios en tu vida?
¿Qué haré para cooperar con la gracia?
Acciones personales
• Pregunta a tus padres por el día de tu bautismo, mira tus fotos, y eleva una oración al Señor dándole gracias por haberte regalado este inmenso don.
• Reza la siguiente oración:
“A través de tí, Santa María, que te prodigas en cuidados maternales quiero manifestar mi acción de gracias a Dios Comunión de Amor, por haberme llamado a la vida, y por haber permitido que reciba el Sacramento del Bautismo, obteniéndome nacer en Cristo Jesús. Amén.”
• Pon medios concretos para vivir la santidad en tu vida cotidiana durante esta semana.
Acciones Comunitarias
• Como agrupación lean diferentes historias de santos y luego coméntenlas.
• Vean alguna de las siguientes películas y reflexionen sobre la invitación que tenemos a la santidad. Les sugerimos:
— San Francisco de Asís (Francesco)
— San Alberto Hurtado (Alberto ¿Quién sabe cuánto cuesta hacer un ojal?)
— Santa Teresita del Niño Jesús (Thèrèse)
— San Antonio de Padua (Sant’ Antonio di Padova)
— San Pío de Pietrelcina (Padre Pío)
— Santa María Goretti (María Goretti)
— San Agustín (Sant’Agostino)
Recemos en Comunidad
Todos:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Lector:
“Respondió Jesús: ‘En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto”[25].
Monitor:
Señor Jesús te damos gracias por todo el Amor que nos tienes, por habernos regalado el don de nuestro bautismo. Te pedimos que nos ayudes a morir cada día a nuestro hombre viejo para así renacer a una vida nueva y santa en Ti.
Cantamos: Nueva Vida.
Todos:
UNA NUEVA VIDA, TU MISMA VIDA;
UNA NUEVA FAMILIA, TU MISMA FAMILIA;
HIJOS TUYOS PARA SIEMPRE.
1. Por medio del Bautismo renacemos,
en agua que nos salva nos bañamos,
pasamos de la carne y de lo humano
al mundo de la gracia y de lo eterno.
2. Surgimos del sepulcro que es el agua,
teñidos en tu Sangre redentora.
Contigo incorporados a la Pascua,
vivimos en cristiano hora a hora.
3. Guiados por la luz que recibimos,
ungidos como reyes en la frente,
tu marca salvadora en nuestras vidas
grabada en nuestra entraña para siempre.
Monitor:
Madre buena, te damos gracias por tu presencia maternal en medio de nosotros. Te pedimos que sigas intercediendo por cada una de nuestras necesidades para que podamos vivir las consecuencias de nuestro bautismo y llegar a ser santos como tu Hijo, el Señor Jesús.
Todos:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
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NOTAS
1. 2Cor 12, 19.
2. Jn 15, 5.
3. Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1997.
4. Ap 3, 20.
5. Ver 1Jn 4, 19.
6. Catecismo de la Iglesia Católica, 2021
7. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, 3, 65, 3.
8. Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1131.
9. SC, 19, se refiere a la Constitución Sacrosanctum Concilium Sobre la Sagrada Liturgia, publicada en Roma el 4 de diciembre de 1963, durante el Concilio Vaticano II.
10. Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1118.
11. Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1213–1284.
12. Mt 28, 19-20.
13. Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1213.
14. Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1214.
15. Ver Rom 8, 29.
16. Catecismo de la Iglesia Católica, 1272.
17. Chiara “Luce” Badano fue una joven italiana beatificada el año 2010 por el Papa Benedicto XVI, murió el año 1990 a los 18 años.
18. Juan Pablo II, Christifideles Laici, 16.
19. Miguel Salazar, El bautismo, fuente de la vocación y misión del cristiano, Vida y Espiritualidad, Lima 1998, p. 15.
20. Giana Beretta Molla (1922-1969) fue una madre de familia y médico, canonizada el año 2004 por Juan Pablo II.
21. Lumen Gentium, 11.
22. Lumen Gentium, 11.
23. Catecismo de la Iglesia Católica, 1270.
24. Apostohcam actuositatem, 3.
25. Jn 3, 5-7.