T: LA TEOLOGÍA DE LA RECONCILIACIÓN
Miramos la realidad
La reconciliación del hombre con Dios, se va dando a través de la Historia de la Salvación, que también puede ser llamada como historia de la reconciliación, desde el momento mismo de la caída en el Génesis[1] donde se promete un salvador, hasta la llegada del Reconciliador, del Hijo de Dios, que se hace hombre encarnándose y muriendo en la Cruz por nuestra reconciliación.
En ese sentido San Juan Pablo II nos dice:
«Es legítimo hacer converger las reflexiones de todo el misterio de Cristo en torno a su misión de reconciliador»[2].
Iluminamos al mundo con la fe
1. En el Señor Jesús hemos sido reconciliados
Frente al panorama de ruptura en el que el ser humano ha quedado después del pecado, el Señor Jesús se presenta como nuestro Reconciliador. Él mismo es la reconciliación entre Dios y el ser humano. En Cristo todo ser humano ha sido reconciliado con Dios y por lo tanto es capaz de vivir la comunión con Él.
La situación de enemistad con Dios en que vivíamos por el pecado es superada por el amor divino que se muestra de manera especial con el ofrecimiento que Dios Padre hace de su Hijo, que como dice San Juan nos «amó hasta el extremo»[3] dando su vida en rescate por nosotros.
Dicho en palabras de San Juan Pablo II en la Reconciliatio et Paenitentia:
«Venciendo con la muerte en la cruz el mal y el poder del pecado con su total obediencia de amor, Él ha traído a todos la salvación y se ha hecho “reconciliación” para todos. En Él Dios ha reconciliado al hombre consigo mismo»[4].
2. El amor de Dios se muestra en la obra de la reconciliación
El infinito amor de Dios conduce al Hijo de Santa María a reconciliar a la humanidad toda con Dios y a servir a los seres humanos de modelo reconciliador, anunciando el Evangelio de la Reconciliación por su vida, hechos y palabras.
Nos dice el Catecismo:
«Toda la vida de Cristo es Misterio de Redención. La Redención nos viene ante todo por la sangre de la cruz[5], pero este misterio está actuando en toda la vida de Cristo: ya en su Encarnación porque haciéndose pobre nos enriquece con su pobreza[6]; en su vida oculta donde repara nuestra insumisión mediante su sometimiento[7]; en su palabra que purifica a sus oyentes[8]; en sus curaciones y en sus exorcismos, por las cuales “él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades”[9]; en su Resurrección, por medio de la cual nos justifica[10]»[11].
Esta iniciativa de Dios nos manifiesta la gratuidad del amor divino pues no hay nada que el hombre haya hecho ni pueda hacer para recibir su perdón. Ésta se puede ver en la carta de San Pablo a los Efesios: «Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe»[12].
Esta gratuidad no exime la participación humana de las obras como dirá Santiago en su carta[13]. Para obtener la reconciliación es necesaria la cooperación humana, en particular, la aceptación de la reconciliación en nuestras vidas.
La reconciliación obrada por Cristo se da en todo el misterio del Señor Jesús que nos reconcilia con el Padre: en su Encarnación, Vida, Muerte, Resurrección y Ascensión a los cielos. No se puede hablar de un misterio sin aludir a los otros.
3. Por la reconciliación somos una nueva creación
Jesucristo no sólo nos ha obtenido la salvación eterna sino que gracias a Él tenemos la reconciliación en el aquí y ahora de nuestro tiempo, motivo por el cual podemos gloriarnos en el Señor.
«Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo»[14].
Este cambio es un cambio no sólo de carácter moral sino sobre todo ontológico, Dios nos ha convertido de creaturas pecadoras, de enemigos —como dice la Carta a los Romanos— en amigos y más aún, en hijos adoptivos[15] por medio del Hijo y la acción del Espíritu Santo.
El amor de Dios, que nos reconcilia, ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que es el principio de la vida nueva en Cristo, hecha posible porque hemos «recibido una fuerza, la del Espíritu Santo»[16].
«Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos “el fruto del Espíritu, que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza”[17]. “El Espíritu es nuestra Vida”: cuanto más renunciamos a nosotros mismos[18], más “obramos también según el Espíritu”[19]»[20].
4. La Teología de la Reconciliación
Es muy importante el esfuerzo del ser humano situado históricamente por comprender intelectualmente la Revelación, transmitida por la Iglesia, para aplicar las verdades de la fe a la propia vida y, en la Iglesia y con la Iglesia, vivir su dinamismo en la historia.
San Juan Pablo II nos decía en su Exhortación apostólica Reconciliatio et Paenitentia que «Es legítimo hacer converger las reflexiones de todo el misterio de Cristo en torno a su misión de reconciliador»[21], invitando al estudio y la reflexión de la persona del Señor Jesús como Reconciliador «y con ello, presentar una teología que se cimiente sobre esta temática»[22].
Las Sagradas Escrituras, tanto el Antiguo[23] como el Nuevo Testamento[24] y de manera muy particular San Pablo[25] expresan una teología que encuentra en la reconciliación una forma de expresión del misterio de salvación obrado por el Señor.
La reconciliación es también mencionada por los Padres de la Iglesia[26] y el Magisterio del ya mencionado San Juan Pablo II y de Benedicto XVI[27]. Ofreciendo con ello los fundamentos para realizar una teología de la reconciliación.
5. Conclusión
Por todo lo mencionado consideramos que es muy importante el conocer y ahondar en una Teología de la Reconciliación para responder al hombre de hoy sumido en una serie de rupturas en sus relaciones fundamentales.
Como ya sabemos la reconciliación trae una serie de consecuencias sobre el ser humano. En primer lugar vuelve a la comunión con Dios relacionándose con Él de manera filial y en amistad; por otro lado lo hace capaz de vivir como una persona reconciliada, unificada, que responde a sus dinamismos fundamentales desde el Plan de Dios y de relacionarse con los demás fraternalmente, viviendo el servicio y la reverencia como la claves para amar al hermano; y finalmente lo hace capaz de relacionarse con el mundo desde su ser reconciliado, encontrando el verdadero sentido de la creación que es darle gloria a Dios.
Por todo esto estamos llamados a ser artesanos de la reconciliación, así también lo afirma San Pablo cuando escribe que Dios ha dado a los apóstoles de Cristo una participación en su obra reconciliadora. «Dios —nos dice— ha confiado el misterio de la reconciliación… y la palabra de reconciliación»[28].
Nos dice San Juan Pablo II:
«En las manos y labios de los apóstoles, sus mensajeros, el Padre ha puesto misericordiosamente un ministerio de reconciliación que ellos llevan a cabo de manera singular, en virtud del poder de actuar “in persona Christi”. Mas también a toda la comunidad de los creyentes, a todo el conjunto de la Iglesia, le ha sido confiada la palabra de reconciliación, esto es, la tarea de hacer todo lo posible para dar testimonio de la reconciliación y llevarla a cabo en el mundo. Se puede decir que también el Concilio Vaticano II, al definir la Iglesia como un “sacramento, o sea signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano”, —y al señalar como función suya la de lograr la “plena unidad en Cristo” para “todos los hombres, unidos hoy más íntimamente por toda clase de relaciones”[29]— reconocía que la Iglesia debe buscar ante todo llevar a los hombres a la reconciliación plena»[30].
Interiorizamos
¿Cómo vivo esto?
«En conexión íntima con la misión de Cristo se puede, pues, condensar la misión —rica y compleja— de la Iglesia en la tarea —central para ella— de la reconciliación del hombre: con Dios, consigo mismo, con los hermanos, con todo lo creado; y esto de modo permanente, porque —como he dicho en otra ocasión— “la Iglesia es por su misma naturaleza siempre reconciliadora”[31].
La Iglesia es reconciliadora en cuanto proclama el mensaje de la reconciliación… La originalidad de esta proclamación estriba en el hecho de que para la Iglesia la reconciliación está estrechamente relacionada con la conversión del corazón; éste es el camino obligado para el entendimiento entre los seres humanos.
La Iglesia es reconciliadora también en cuanto muestra al hombre las vías y le ofrece los medios para la antedicha cuádruple reconciliación»[32l].
Preguntas para el diálogo
• ¿Reconoces la urgencia de proclamar la reconciliación, en nuestro mundo herido por sus múltiples rupturas?
• La Iglesia está llamada a ser reconciliadora. ¿Cómo hijo de la Iglesia, cooperas con su misión?
• Estamos llamados a ser reconciliadores permanentemente reconciliados ¿Sientes en ti el deseo de alcanzar la reconciliación en tu vida y de anunciarla en primera persona?
Vivamos nuestra fe
¿Qué haré para cooperar con la gracia?
Acciones personales
• En un momento de silencio interior:
– Reflexiona sobre la cita «Si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con
Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados,
seremos salvos por su vida!»39 ¿Acoges el Amor que Dios te ofrece, al reconciliarte
con Él, a través del sacrificio de Jesús en la cruz? Escribe una oración
en la que le expreses al Señor tu deseo de acoger la reconciliación en tu vida
personal.
• Realiza el trabajo personal que te proponemos en el Anexo 1.
• Siguiendo el camino señalado por Dios Amor, no hay reconciliación sin perdón. Realiza la oración sobre el perdón que te proponemos en el Anexo 2.
• Proponte rezar por tu reconciliación personal y la de los demás.
• ¿Anuncias la reconciliación que nos trajo el Señor Jesús a los demás? ¿Cómo?
Acciones comunitarias
• Lean el texto sobre la Reconciliación, que está en el anexo 1 y dialoguen en el grupo.
• Realicen una lectio comunitaria con la cita propuesta.
Celebramos nuestra fe
Recemos en Comunidad
Todos:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Monitor:
Señor Jesús reconocemos tu gran amor por nosotros. Has reconciliado las rupturas interiores que nos alejaban de Dios. Has reconciliado nuestra relación con el Padre, con tu sacrificio en la cruz. Ayúdanos a reconciliarnos con el Padre.
Lector:
«Nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro, Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación»40.
Monitor:
Cantamos “Romper barreras”
Todos:
1. En este mundo de rupturas y dolor
somos forjadores de la reconciliación.
Hay que romper barreras para nuestra conversión.
Confórmate con Cristo, ábrele tu corazón.
Su gracia nos impulsa a la misión.
HAY QUE ROMPER BARRERAS PARA RECONCILIAR,
HAY QUE CRUZAR FRONTERAS PARA EVANGELIZAR (2v)
1. Cada nuevo día nos exige conquistar,
dar a los temores y a las penas su final.
Hay que romper barreras, tu respuesta es esencial.
Hoy muchos necesitan de tu entrega para ver
en este mundo un nuevo amanecer.
Todos:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
————————————————————————————————————————-
ANEXOS
– Trabajo personal: Descargar aquí
– Oración: Descargar aquí
—————————————————————————————————————————————
NOTAS
1. Ver Gen 3,15.
2. San Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Reconciliatio et Paenitentia, 7.
3. Jn 13,1.
4. San Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Reconciliatio et Paenitentia, 10.
5. Ver Ef 1,7; Col 1,13-14; 1P 1,18-19.
6. Ver 2Cor 8,9.
7. Ver Lc 2,51.
8. Ver Jn 15,3.
9. Mt 8,17; Ver Is 53,4.
10. Ver Rm 4,25.
11. Catecismo de la Iglesia Católica, 517.
12. Ef 2,8-9:
13. Ver St 2,14.
14. 2Cor 5,17.
15. Ver Rom 8,14-15; Gal 4,6.
16. Hch 1,8.
17. Gal 5,22-23.
18. Ver Mt 16, 24-26.
19. Gal 5,25.
20. Catecismo de la Iglesia Católica, 736.
21. San Juan Pablo II, Exhortación apostólica Reconciliatio et Paenitentia, 7.
22. Gustavo Sánchez, Jesucristo Reconciliador, la reconciliación por Jesucristo en la Ciudad de Dios de San Agustín, Vida y Espiritualidad, Lima 1996, 6.
23. Ver Por qué una Teología de la Reconciliación, p. 30-34 y Jesucristo Reconciliador, p. 14 -23.
24. Ver Jesucristo Reconciliador, 23-27.
25. Ver Jesucristo Reconciliador, 29-39.
26. Ver Jesucristo Reconciliador, 39-55 y en general toda la tesis del Dr. Sánchez.
27. Ver por ejemplo: Benedicto XVI, Discurso a la Curso Romana para el intercambio de felicitaciones con ocasión de la navidad, 21 de diciembre de 2009.
28. 2Cor 5,18.
29. Concilio Vaticano II, Constitución Lumen gentium, 1.
30. San Juan Pablo II, Exhortación apostólica Reconciliatio et Paenitentia, 8.
31. San Juan Pablo II, Discurso en Liverpool (30 de mayo 1982), 3: L’Osservatore Romano, edic. en lengua española, 6 de junio de 1982, p. 13.
32. San Juan Pablo II, Exhortación apostólica Reconciliatio et Paenitentia, 8.